Ocho mujeres (una de ellas con un recién nacido) fueron encontradas el pasado 28 de mayo en una celda de un cuartel militar de la División Al Hamza, una facción militar de ideología yihadista, afiliada al Ejército Nacional de Siria (ENS) que respalda Turquía. Fue una mera coincidencia que un puñado de personas indignadas irrumpieran en el edificio situado en Afrin, tras un ataque llevado a cabo por los mercenarios de Al Hamza contra una tienda en la ciudad. A tenor de ello, se supo que eran mantenidas bajo arresto desnudas y en unas condiciones deplorables.
Las mujeres fueron entregadas a la policía militar del ENS para que fueran llevadas ante un tribunal, si es que en verdad pesaba algún cargo conocido sobre ellas. Las pesquisas llevadas a cabo por la organización Syrians for Truth and Justice (STJ) apuntan ahora a que, en su lugar, se entregaron a la policía militar de Afrin, quien a su vez las devolvió a sus captores de la División Al Hamza, quienes las condujeron a un lugar desconocido que, en opinión de la STJ, bien podría ser Turquía. Esta organización ha recordado que, si así fuere, se hubiera producido una grave violación del artículo 147 del Convenio de Ginebra.
A partir de los datos obtenidos gracias a quince testigos de los hechos, la organización ha logrado identificar a las detenidas que aparecen en un vídeo filmado en el momento en el que la policía militar las sacaba del cuartel de la División Al Hamza. Estas son las hermanas Lonjen Abdo y Rojen Abdo; Roshan Amouni; Haifa Al Jasim; Nowruz Abdo; Rokan Munla; Aren Deli y Nadia Suleiman. Se sabe, asimismo, que había otras tres chicas en el cuartel.
¿Cómo fueron halladas? Según el citado informe de STJ, el 28 de mayo de 2020, miembros de la División Al Hamza desplegados en la ciudad de Afrin atacaron y asesinaron a un desplazado del este de Ghouta con rifles de asalto y granadas. Durante el ataque, murió también un niño y fueron heridos otros cuatro, lo que provocó la ira de un puñado de civiles armados, también del este de Ghouta. La turba rodeó y asaltó el cuartel general de los mercenarios de Turquía en la calle de Al Mahmudia. Su propósito era arrestar a los atacantes. Sin embargo, estos lograron escapar por la puerta trasera del edificio que ocupaban, dejando tras de sí a las mujeres que habían secuestrado.
Los civiles entregaron a las chicas a la policía militar pero ésta, según la STJ, las volvió a poner en manos de los mercenarios, que las tenían en su poder dos días después. Un agente indicó a los activistas de la citada organización que habían sido arrestadas bajo la acusación de espionaje y de pertenencia a las milicias kurdas YPG y al PKK. Fue también un policía el que sugirió que pudieran haber sido transferidas a Turquía, lo cual es una práctica común, tal y como han podido atestiguar varias organizaciones de derechos humanos.
La división Al Hamza fue el resultado de la fusión, en 2016, de cinco brigadas del norte rural de Alepo. Ésta forma, hoy en día, parte del Segundo Cuerpo del Ejército Nacional Sirio, respaldado por Turquía. Opera bajo el gobierno sirio provisional formado a través de la coalición siria de la oposición que respalda Occidente. Esta y otras facciones islamistas, como Sultan Mehmet o Sultan Murat, se han convertido en dignas herederas del Estado Islámico (ISIS). Mientras ISIS dejaba caer hace unos días su última fanfarronada sobre Al Andalus, mercenarios de grupos como la División Al Hamza siguen violando, encarcelando y asesinando a mujeres kurdas, yazidíes y árabes. Y todas tienen algo en común: son utilizadas para perpetuar la ocupación del norte y el este de Siria por los “más que amigos” turcos del gobierno español.
Felicitaciones españolas
No es la primera vez que funcionarios de nuestro país dan abiertamente apoyo a alguna de las actividades militares que han provocado estas flagrantes violaciones de los derechos humanos. “¿Apoyo a Turquía? Nuestra unidad trabaja 24/7 para mostrar el compromiso de España y la solidaridad con nuestro aliado”, tuiteaba la Representación Permanente de España en la OTAN el 7 de octubre del pasado año. Incluso la prensa ultranacionalista turca se hizo eco de ello, mientras se congratulaba de la lealtad inquebrantable de sus amigos de Madrid. El apoyo mencionado hacía referencia al trabajo de los militares españoles que, en el marco de la OTAN, custodian la batería de misiles Patriot en la base aérea de Incirlik, de donde parten algunos de los aviones turcos que han asesinado a decenas de civiles durante los últimos meses.
El romance entre los dos estados mediterráneos sigue vivo. Turquía fue, de hecho, el segundo país después de Chequia que atendió la llamada de socorro realizada por el gobierno español cuando estalló la crisis sanitaria del coronavirus. Hace solo un par de días, la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González, aseguraba en declaraciones a la agencia Anadolu que Turquía “es más que un socio y un amigo: es un aliado”.
Se dio la circunstancia de que el tuit de la oficina española de la OTAN fue publicado muy oportunamente el mismo día en que Turquía volvía a invadir los territorios del norte y este de Siria, conocidos como Rojava, con el beneplácito del presidente Donald Trump y en contra del criterio de los asesores y militares norteamericanos que habían combatido los años precedentes contra ISIS junto a una coalición de fuerzas árabes, asirias y kurdas (conocidas por las siglas inglesas de SDF), la misma unidad al que el irracional inquilino de la Casablanca traicionó, para regocijo del presidente turco Erdogan.
Trump desbarató en tan solo unas horas todo el sacrificio de quienes entregaron su vida o combatieron durante años contra ISIS para construir un proyecto democrático que, por primera vez en la historia de Oriente Medio, hablaba, entre otras cosas, de derechos de la mujer o de lucha contra el sectarismo religioso. Y todo ello sucedió prácticamente en medio del silencio de la prensa internacional, cuyo interés por el acontecer de Siria se ha reducido casi a cero, a medida que el conflicto se ha enquistado como un tumor maligno e incurable.
Cuando se acaba de cumplir el sexto aniversario del genocidio yazidí, el medievo ha vuelto aunque hayan cambiado los nombres de las franquicias yihadistas que patrocinan las cacerías, las violaciones, los raptos y los asesinatos de mujeres. Esta semana, varias organizaciones como la citada Syrians for Truth and Justice o Rojava Information Center han dado a conocer nuevos datos acerca de agresiones cometidas por los grupos islamistas que respalda Ankara en ciudades ocupadas por los turcos como Afrin o Serekaniye.
Desde el 20 de enero de 2018 al 1 de junio de 2020, al menos un centenar y medio de mujeres de todas las edades han sido secuestradas y encarceladas con falsos cargos por el Estado de Turquía o sus milicias islamistas. Catorce de ellas fueron asesinadas en el transcurso de su cautiverio. Gracias, entre otras cosas, a los testimonios de las pocas que fueron liberadas -casi siempre, tras pagar un rescate- se ha sabido también de la brutalidad y la violencia sistemática que ejercen sus carceleros.
En las prisiones de las milicias pro-turcas se han documentado torturas, violaciones y abusos que en nada difieren de los cometidos por el ISIS en las zonas yazidíes de Sinyar (Shengal, Irak) u otras zonas de Siria durante la época del califato. Algunas de sus víctimas son, de hecho, también yazidíes, aunque el grueso son kurdas a las que se acusa de colaborar con la Administración Autónoma del Norte y el Este de Siria, o con alguna de sus milicias. A una mujer árabe se la arrestó bajo acusación de haber trabajado como sanitaria en un hospital gestionado por los kurdos.
Desde octubre pasado, se conocen los casos de al menos dos niñas de los territorios ocupados por los aliados de España, que fueron forzadas a contraer matrimonio. Fatima Mohammad Jalil, de 14 años, fue obligada a contraer matrimonio hace diez meses con un miliciano del Ejército Nacional de Siria. En diciembre, una chica de 16 años fue igualmente casada por la fuerza con un miembro del grupo rebelde Ahrar Al Aharqiyya. Las familias de las chicas que trataron de impedir las bodas han sido amenazadas de muerte.
Tan solo en Afrin, la organización Syrians for Truth and Justice ha documentado los arrestos arbitrarios de 21 mujeres desde principios de enero a finales del pasado mes de junio, y entre ellas, las chicas que ahora se hallan en paradero desconocido. Todas fueron encarceladas por el Ejército Nacional de Siria y la policía militar sin que se presentaran claros cargos contra ellas y sin que sus familias fueran informadas acerca del lugar de detención.
FUENTE: Ferran Barber / Público