Como anda escaso de problemas y sobrado de vigor, el presidente Erdogan insiste un día y otro en que Europa debe acoger a los casi cuatro millones de refugiados de los campamentos turcos. Por las buenas o por las malas, porque así lo ha decidido el sultán. Erdogan no rehúsa reunirse con los responsables europeos, y al mismo tiempo empuja a unos cuantos miles de refugiados a que rompan las alambradas y se enfrenten a la policía griega. Su máquina de propaganda también actúa: hoy acusa a las fuerzas de seguridad griegas de utilizar “prácticas nazis” en la represión de los asaltos fronterizos, denuncia a la Unión Europea (UE) por incumplimiento de compromisos con Ankara, e incluso ha filtrado a The New York Times -que se ha tragado el anzuelo- que Atenas tiene campos de detención secretos junto a la frontera con Turquía, donde tortura a los miles de “ilegales” que han logrado entrar en suelo europeo.
Las mentiras -“fake news” por usar la palabra- son fáciles de descubrir. De entrada, el supuesto drama humanitario de los refugiados sirios que llaman a las puertas de Europa no es tal: la mayoría de los que intentan o han logrado entrar en territorio griego proceden de muchos países, tanto de Oriente Próximo como de Asia. Son jóvenes o familias con hijos impelidos a emigrar no por la guerra o la persecución política, sino por la difícil situación económica de sus países de origen.
Por otro lado, el compromiso adoptado en 2016 entre la UE y Turquía sigue plenamente en vigor. Aquel año, y tras una crisis migratoria que amenazaba a todo el flanco sur de Europa, las autoridades europeas llegaron a un acuerdo con el gobierno turco para enviar una ayuda financiera de 6.000 millones de euros a cambio de que Ankara contuviera la oleada migratoria que procedía de sus fronteras. La guerra civil en Siria -que ya cumplió nueve años- es un factor apremiante, pero no hay que olvidar que Turquía ha puesto su granito de arena con su intervención en el norte de ese país para atacar a los kurdo-sirios.
Bruselas ha reiterado que el pacto con Turquía sigue en vigor y está dispuesta a revisarlo para ofrecer, si es preciso, una actualización de las cifras de ayuda. Pero Erdogan no se muerde la lengua y ha puesto sus cartas sobre la mesa: quiere además pasos concretos para la incorporación de Turquía a la UE, con una unión aduanera nueva como anticipo.
FUENTE: Francisco de Andrés / ABC