Erdogan amenaza con una nueva guerra en Siria, ahora contra la alianza kurdo-árabe

Recep Tayip Erdogan ya lo tiene todo listo y solo espera el momento oportuno para lanzar su nueva ofensiva contra la región controlada por los kurdos en el norte de Siria. Durante las últimas semanas, el Ejército turco ha ido acumulando tropas y unidades blindadas tanto a lo largo de la frontera siria como frente a Manbij, al este de Alepo. Junto a ellos, se concentran miles de combatientes islamistas pro-turcos, encuadrados bajo la bandera del Ejército Libre de Siria.

La misión de este impresionante despliegue militar, según ha manifestado el propio presidente turco, sería destruir el sistema federal y democrático que, desde hace varios años, funciona como alternativa al régimen de Bashar al Asad en un territorio que supondría casi un tercio de toda Siria, al norte del río Éufrates.

En esta región se calcula que viven entre tres y cuatro millones de personas, incluidas numerosas de otras regiones, bajo la administración de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), una alianza de kurdos, árabes y cristianos liderada por el Partido de la Unidad Democrática (PYD).

Según Erdogán, el PYD y su brazo armado, las Unidades de Protección Popular (YPG), son la versión siria del PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán) y, por lo tanto, una organización terrorista que el gobierno turco equipara al Estado Islámico (ISIS), interpretación que no comparte ninguno de los otros países implicados en la crisis siria.

Se da la circunstancia de que Ankara prepara este operativo precisamente cuando las YPG y sus aliados, en colaboración con Estados Unidos, Francia y el Reino Unido, están arrebatando al Estado Islámico sus últimos bastiones en torno a la ciudad de Hajin, en la margen oriental del Éufrates, junto a la divisoria con Irak.

Al parecer, el presidente norteamericano, Donald Trump, habría terminado aceptando esta tesis en sus últimas conversaciones telefónicas con Erdogan y, sorpresivamente, sin contar con el Pentágono, anunció la retirada inmediata y total de las tropas norteamericanas.

Este radical cambio de postura ha provocado la dimisión del máximo jefe de las fuerzas armadas, el secretario de Defensa James Mattis, y del representante especial de Estados Unidos en la Coalición Internacional, Bett McGurk, es decir los dos máximos responsable en la lucha contra el Estado Islámico.

Si realmente se llevara a cabo esta retirada, nos encontraríamos ante el escenario de una nueva guerra, ahora entre el Ejército turco y los combatientes kurdos, árabes y cristianos que llevan años luchando contra los seguidores de Al Bagdadi, que, ahora, quedarían a merced de las divisiones blindadas turcas, al no contar con la protección de los aliados que hasta ahora les han dado cobertura aérea y armamento.

Las consecuencias de tal conflicto son imprevisibles ya que Siria volvería a los peores momentos de la guerra fratricida justo cuando este largo, devastador y sangriento conflicto armados parecía estar tocando a su fin.

En primer lugar, se generaría un nuevo éxodo masivo de refugiados, probablemente de cientos de miles de civiles, fundamentalmente kurdos, que ante la imposibilidad de entrar en Turquía y el miedo a caer en manos del régimen de Damasco, tomarían la única ruta de escape posible: el Kurdistán iraquí, una región ya colapsada con decenas de campos de refugiados. Por este motivo, en algunas ciudades fronterizas como Serekaniye, Kobani, Tel Abyad o Qamisli, grupos de civiles se están organizando para formar “escudos humanos” que frenen el avance de las tropas.

En segundo lugar y contra lo asegurado por Erdogan, se provocaría una situación de caos semejante a la existente en las zonas sirias que ya están bajo control turco, como está ocurriendo en el Kurd Dag (Montes Kurdos), con capital en Afrin. Aquí también prometió el presidente turco “restablecer la paz y la seguridad” tras acabar con “los terroristas del PKK”, pero la realidad es que en esta región olivarera, desde que las milicias pro-turcas se hicieron con su control, son constantes los casos de pillaje, asesinatos, secuestros, enfrentamientos sectarios y la persecución de minorías religiosas, especialmente yezidis y cristianos, además de requisar las cosechas de aceituna y confiscar cientos de casas abandonadas por las familias kurdas que tuvieron que huir durante la invasión turca.

Además, esa posible retirada de las tropas norteamericanas, que tienen una decena de bases en este territorio, dejaría el campo libre a un acuerdo entre Turquía, Rusia e Irán para repartirse la influencia sobre Siria, mientras las potencias occidentales desaparecerían de este importante escenario geoestratégico.

Esta habría sido una de las principales razones por la que el general James Mattis habría presentado su dimisión y por la que un grupo de senadores republicanos se habría unido a las críticas demócratas contra a Trump por facilitar la progresiva expansión de Rusia e Irán en Oriente Medio, además de poner en peligro los éxitos alcanzados contra el Estado Islámico, que según todos estos detractores todavía no ha concluido.

Este es el argumento de las FDS para rechazar el anuncio de Trump. Además, añaden, que si se lleva a cabo la nueva invasión turca, no tendrían más remedio que abandonar los frentes de combate para defender las ciudades, que, como Kobani, Qamisli, Manbij, Tel Abyad, Serekaniye, Hasaka o Raqqa, quedarían amenazadas, desguarneciendo unos frentes donde, con toda seguridad, resurgiría el Estado Islámico. Incluso las YPG, el principal grupo de las FDS, advierten que se verían obligados a dejar en libertad a miles de prisioneros de ISIS, ya que no podrían seguir manteniendo la seguridad de los distintos centros de internamiento donde ahora están bajo vigilancia.

Hasta Francia, principal integrante de la Coalición Internacional junto a Estados Unidos, ha salido al paso de la intempestiva decisión de Trump, asegurando que mantendrá sus tropas en Siria para seguir apoyando a quienes han llevado el peso de esta dura lucha, pagando un elevado precio en sangre, con la vida de varios miles de jóvenes, hombres y mujeres, para acabar con esta amenaza internacional.

FUENTE: Manuel Martorell / Cuarto Poder