Turquía aplastada entre el martillo norteamericano y el yunque ruso en el escenario sirio

Las imágenes pueden resultar engañosas. Cualquiera que vea a los presidentes de Rusia, Turquía e Irán en la ciudad turística rusa de Sochi, en el Mar Negro, podría pensar que este impresionante trío podría llegar a un acuerdo sobre el sangriento conflicto sirio que lleva seis años en curso.

Astana, Kazajstán, es otro lugar utilizado por el mismo trío para el establecimiento de la paz en Siria. Aunque los rusos siempre quisieron presentar a Astana como un esfuerzo de paz suplementario a las conversaciones de Ginebra propiciadas por las Naciones Unidas, las reuniones en la capital kazaja tuvieron un eje de tres jugadores importantes: Moscú, Ankara y Teherán.

Rusia e Irán eran conocidos partidarios del régimen en Damasco desde el comienzo del conflicto sirio en 2011. Después de participar durante años en un juego sin vencedores ni vencidos contra el presidente sirio Bashar al-Assad, el miembro de la OTAN –Turquía- se ha convertido también ahora en miembro de este eje. Mientras Washington coopera con los kurdos sirios, la fricción entre Ankara y Washington se ha intensificado. Para Ankara, el potencial surgimiento de una entidad kurda a lo largo de su extensa frontera es valorado como la principal amenaza de seguridad que podría emanar del conflicto sirio.

La determinación de Estados Unidos, concretamente del Pentágono, de ayudar a los kurdos sirios en la lucha contra el Estado Islámico (ISIS) ha llevado a Turquía a acercarse al presidente ruso Vladimir Putin, que naturalmente quería explotar las grietas de la OTAN.

Todos aquéllos que han visto el paulatino acercamiento turco-ruso como un movimiento táctico del presidente Recep Tayyip Erdogan para reflejar su descontento con las políticas de Washington, estaban equivocados. No comprenden la nueva configuración de poder después del intento de golpe de Estado del 15 de julio de 2016. Existe una convicción creciente de que Erdogan es un testaferro o, como máximo, el portavoz de la coalición de neonacionalistas, nacionalistas tradicionales y nacionalistas musulmanes. Todos los componentes de esta nueva configuración del poder son antioccidentales y firmemente eurasiáticos. El eurasianismo como escuela de política exterior en Turquía es conocido por ser pro-Rusia, pro-Irán y finalmente pro-China, contra los vínculos formales e institucionales de Turquía con el mundo occidental, que van desde la OTAN hasta la Unión Europea (UE).

Por lo tanto, es probablemente una ilusión pensar en el coqueteo de Erdogan con los rusos como un movimiento táctico y que esté tratando de usarlo como palanca contra Washington y la UE.

Sin embargo, aunque el problema kurdo es la fuerza motriz de la política exterior de Ankara, Rusia no ha brindado mucha ayuda sobre el tema. Un día antes de la cumbre de Sochi, Putin recibió a Assad en Sochi con bombo y platillo. Esto indica que Assad será la autoridad legítima de Siria y que esto debería ser parte de cualquier acuerdo de paz.

Más interesante aún, el avión del presidente sirio voló sobre el espacio aéreo turco para llegar a su destino. Nada podría ser tan desagradable a la postura de Turquía frente a Siria que reconciliarse con Assad. La importancia simbólica del gesto no se les ha escapado a los sectores políticos y diplomáticos involucrados en el expediente de Siria.

De Astana a Sochi, Erdogan se presentó a sí mismo como nada más que un auxiliar de Putin en Siria. Es más o menos un hecho establecido que Turquía no habría podido entrar en el territorio sirio en agosto de 2016 durante la Operación Escudo del Éufrates sin la bendición de Rusia. El control turco sobre la zona de unos 2.000 kilómetros cuadrados (772 millas cuadradas) desde Jarablus hasta al-Bab ha sido posible principalmente gracias a la aquiescencia rusa. Pero no fue gratuito. Turquía dejó de apoyar a la oposición siria en el este de Alepo y, finalmente, esta ciudad fue entregada al régimen. El premio del proceso de Astana fue fortalecer la postura de Turquía en el escenario sirio, aunque bajo la guía de Rusia.

Pero cuando se trata de la principal preocupación de Turquía -los kurdos sirios- Rusia aún no le ha entregado a Turquía lo que quiere. Según el acuerdo de reducción de la escalada alcanzado en Astana, Turquía se introdujo en la provincia de Idlib, pero es un secreto a voces que está más interesado en avanzar hacia las regiones autónomas kurdas. Sin embargo, no puede hacerlo sin la luz verde rusa, y Moscú todavía no la ha dado.

En Sochi, Erdogan dijo inequívocamente que Turquía está en contra de la participación de los grupos kurdos sirios en el proceso de paz sirio. Sin embargo, el portavoz presidencial de Rusia y un colaborador cercano de Putin, Dmitri Peskov, han dicho que aunque son conscientes de las objeciones de Turquía, “esto no significa que no se realizará el trabajo”.

A pesar del aplazamiento de la conferencia, Rusia envió una invitación al Partido de la Unión Democrática (PYD) kurdo sirio para que participara.

Si bien la ambición de Turquía de privar a los kurdos sirios del compromiso ruso no arrojó ningún resultado concreto, las perspectivas de esperanzas puestas en Washington sobre el mismo asunto no parecen muy brillantes. El 24 de noviembre, un día después de la cumbre de Sochi, el ministro de exteriores turco, Mevlut Cavusoglu, dijo que el presidente Donald Trump había ordenado al ejército estadounidense que dejara de proporcionar armas a las Unidades de Protección del Pueblo (YPG) tras una conversación telefónica entre Erdogan y Trump.

El viceprimer ministro turco y portavoz del gobierno, Bekir Bozdag, también aireó la llamada como un punto de inflexión para las relaciones turco-estadounidenses. “Procediendo de un presidente de Estados Unidos por primera vez es importante, pero perderá valor si no se implementa. Sería engañar al mundo”, dijo Bozdag, agregando una nota cautelosa.

Por otro lado, la lectura que hizo la Casa Blanca sobre la llamada no mencionó a los combatientes de las YPG por su nombre. “El presidente Trump también informó al presidente Erdogan de los ajustes pendientes respecto al apoyo militar brindado a nuestros socios sobre el terreno en Siria ahora que la batalla de Raqqa se ha completado y estamos avanzando hacia una fase de estabilización para asegurar que (ISIS) no pueda regresar”.

Tres días después, el portavoz del Pentágono, Eric Pahon, dijo que el ejército estadounidense está “revisando los ajustes” para armar a las fuerzas kurdas aliadas de Estados Unidos en Siria, pero no llegó a declarar el cese de la transferencia. Dijo que las decisiones se basarían en los “requisitos del campo de batalla”.

Aparte de estos acontecimientos, no hay duda de que el juicio en Estados Unidos del comerciante de oro turco-iraní Reza Zarrab socavará aún más las relaciones entre Ankara y Washington.

La política de Turquía -a saber, la de Erdogan- respecto a Siria parece más que nunca estar siendo comprimida entre el martillo estadounidense y el yunque ruso.

El problema kurdo es sólo uno de los catalizadores para indicar la postura debilitada de Turquía, particularmente en Siria, en Oriente Medio y en el mundo.

FUENTE: Cengiz Candar (Columnista de Al-Monitor’s Turkey Pulse. Periodista desde 1976, es autor de siete libros en lengua turca, principalmente sobre temas de Oriente Medio, incluido el best-seller ‘Mesopotamia Express: Un viaje en la historia’) / Al-Monitor / Traducido por Rojava Azadi