“Turquía nunca reconoció los crímenes que cometió como Estado”

“Hasta que Turquía no reconozca su historia y sus crímenes, y no se haga justicia, no va a ser un país democrático”, aseguró el periodista, escritor y defensor de los derechos Humanos Ragip Zarakolu el miércoles pasado, durante una videoconferencia realizada en el marco del XIV Congreso Nacional y VII Internacional sobre Democracia, organizada por la Universidad Nacional de Rosario (UNR, Argentina).

Zarakolu fue invitado al evento por la Cátedra Armenia y GECAM UNR para hablar sobre la situación de las minorías étnicas y los derechos humanos en el territorio turco. “La República de Turquía se fundó después de la caída del Imperio Otomano –explicó el periodista, nacido en 1948 en Büyükada, cerca de Estambul-, pero en esta República hay solamente dos características aceptadas oficialmente: la nacionalidad turca y la religión musulmana. A diferencia del Imperio Otomano, que era pluricultural, multireligioso, donde se respetaban más o menos las nacionalidades, con la República turca se negaron a otras religiones y grupos étnicos”.

El escritor, que se desempeña en la actualidad en varios medios turcos y de Europa, es una víctima más de los mecanismos represivos del Estado turco. En la actualidad, Zarakolu vive en Suiza, donde tuvo que quedarse luego de que en 2015 se lo acusara de terrorismo, una figura común que utiliza la justicia y el gobierno de Ankara para perseguir a quienes tienen un pensamiento progresista.

Pero el derrotero de Zarakolu se remonta a 2003, año en que comenzó a acumular causas judiciales en su contra por “hechos delictivos” como traducir libros y escribir en diarios kurdos o de izquierda. En 2011, fue arrestado en el marco de una mega-causa contra la Unión de Comunidades de Kurdistán (KCK). En febrero de 2021, el periodista fue nominado al Premio Nobel de la Paz por el parlamento sueco, y recién en abril de ese año fue puesto en libertad. En 2020, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) dictaminó que su encarcelamiento violaba su derecho a la libertad y a la libertad de expresión. El TEDH ordenó que el Estado turco le pagara la cifra irrisoria de 6.500 euros en concepto de “daños no pecuniarios”.

Historia de la negación

La Turquía moderna nació desde los escombros del Imperio Otomano, después de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Esa conflagración bélica dejó, entre muchos otros resultados, el denominado Tratado de Lausana, firmado por las potencias mundiales en 1924. Con esas firmas, según Zarakolu, se trató “de reparar los daños de la Primera Guerra Mundial” y, entre otros puntos, garantizar “los derechos de grupos étnicos” dentro de Turquía, al punto de tener “una importancia más grande que la Constitución”. El tratado además protegía los derechos religiosos y culturales de las minorías, que en el territorio turco tienen al pueblo kurdo como el principal grupo étnico, después de los turcos.

“Desde el principio, el Estado turco limitó estos derechos”, afirmó el escritor. De esa forma, Turquía violó el Tratado de Lausana de forma sistemática. Con anterioridad, el genocidio armenio se convirtió en el primer crimen de lesa humanidad del siglo XX, y el poder represivo otomano siguió vigente durante la joven República fundada por Mustafa Kemal (Atatürk).

Zarakolu explicó este modelo social y estatal excluyente: “La población griega de Estambul era de más de 150.000 personas, pero ahora solo hay 3.000, porque los forzaron a dejar Turquía. En 1932, los judíos dentro del país eran víctimas de una represión muy fuerte. En 1955, los armenios y griegos vivieron grandes masacres. Después de la ocupación del ejército turco del norte del país, y después del golpe de Estado de 1980, Turquía vivió una migración masiva de los griegos y judíos, que salían de Turquía.  Otro ejemplo son los alevíes kurdos, que deberían haber estado protegidos según este tratado, y fueron víctimas de un genocidio en 1938 en la región de Dersim. En Turquía vivimos masacres de los alevíes en 1968, 1974, 1978 y 1980. En 1993, quemaron un hotel donde se encontraban un grupo de intelectuales alevíes, los quemaron vivos. En Estambul, en 1995, un barrio que se llama Gazi, que es de mayoría aleví, fue víctima de una masacre total. Querían matarlos a todos, pero por suerte hubo una resistencia muy fuerte de la población y se protegieron”.

“No hace falta hablar de la población kurda, porque hoy en día están luchando, tratando de proteger sus derechos y resistiendo, y por eso son víctimas de masacres y represión total”, resumió el escritor.

La democracia según Erdogan

Para Zarakolu, Turquía “no es cualquier país de Medio Oriente, porque es miembro del Consejo de Europa (CE) y de la OTAN. En cualquier crimen que comete Turquía, no está sola, porque los países (de la CE y La OTAN) siguen sus relaciones estrictas con Turquía”. En la actualidad, el gobierno del presidente Recep Tayyip Erdogan recrudece día a día la represión. Los y las presas políticas en las cárceles turcas se cuentan por miles, ya sean diputados, diputadas, periodistas, profesores universitarios, militantes sociales, feministas o defensores de los derechos humanos. “No podemos decir que toda la culpa es de Erdogan. Él dice que como sus aliados en la OTAN y en el CE lo dejan hacer, va a seguir la misma política de represión”.

El actual gobierno de Erdogan retomó con mucha más fuerza una de las características principales del Estado turco desde su fundación: la negación del otro. Así lo resume el periodista: “Los armenios hace 100 años que tratan de probar que fueron víctimas de un genocidio y los kurdos hace también 100 años tratan de probar que existen y tienen identidad. Turquía acusa a la diáspora armenia de hacer lobby, pero nunca reconoce los crímenes que cometió como Estado”.

Zarakolu analizó que antes de la serie de protestas en Medio Oriente, conocida como Primavera Árabe, existió una “primavera turca”, que permitió que Erdogan accediera al poder como primer ministro en 2003. Al actual mandatario se lo presentó “como democrático, pero era una mentira total –indicó-. Durante los gobiernos de Erdogan, hubo más robos y hechos de corrupción que toda la historia de Turquía. Erdogan llegó al poder con la promesa de democratizar y modernizar Turquía. Pero después dijo que la democracia era como un colectivo, y cuando es necesario se toma y si no hace falta, no es necesaria”.

Un obstáculo para la paz

El gobierno Erdogan no sólo despliega sus políticas de negación, conquista territorial y represión dentro de Turquía. También lo hace en otros países de la región. Ante esto, manifestó Zarakolu, “no hay reacción de las potencias mundiales”. “Lo que hace Erdogan no se puede explicar solamente por el nacionalismo turco, porque tiene una ideología más profunda y peligrosa –detalló el escritor-. Esa ideología es una síntesis entre el panturquismo y el panislamismo”.

“El ejemplo más simple para entender esta ideología la vimos recientemente en Artsaj, con la intervención de Turquía. Incluso, ahora Armenia está amenazada por Turquía. Hay muchos especialistas que califican al gobierno de Erdogan como neo-otomano, y el propio gobierno acepta este término”, manifestó.

Zarakolu enfatizó que la tragedia humana en Siria, en un profundo conflicto bélico desde 2011 que ya dejó más de 400.000 muertos, no se puede entender sin la intervención directa de Ankara.

“Turquía es el obstáculo más grande para la paz en Siria –sintetizó el periodista-. Los armenios y los asirios, víctimas del genocidio de 1915, muchos de ellos sobrevivientes que estaban en Siria, buscaron otros países donde refugiarse. Al igual que sucedió en Irak con los yezidíes. Esto tenemos que verlo de una forma más global, porque no es la responsabilidad de un país que está cometiendo crímenes. Es responsabilidad del mundo”.

FUENTE: La tinta

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