Carta a vosotras, mujeres kurdas

Os escribo para daros las gracias. A lo largo de los años he visto fotos vuestras, sonrientes y armadas, combatiendo la violencia del fundamentalismo en una de sus formas más crueles, la del llamado Estado Islámico. Eran imágenes potentes de fuerza, juventud y belleza que nos remiten a las más nobles batallas por la liberación, a momentos llenos de esperanza en los que las dificultades se mantienen en lo escondido.

Hay algo más en esas fotos, porque son fotos de mujeres respetadas, instantáneas diferentes a las de las mujeres obligadas a llevar un velo completo, marginadas de la vida pública y excluidas de la educación. Basta con compararlas para comprender cómo esta lucha es una cuestión de vida o muerte, porque ni vuestros cuerpos ni vuestras almas pueden renunciar a la plenitud del ser en el mundo. Toda esa belleza enmascara ese dolor, ese cansancio, esa pérdida y, en definitiva, la muerte.

No me sorprendió descubrir que el grito, “Mujeres, vida y libertad” fuera la consigna de la resistencia feminista kurda: “Jin, Jiyan, Azadi”. Después, se escuchó en farsi: “Zhen, Zhian, Azadi”. Las que vivís en Irán y otras iraníes lo habéis gritado en distintos idiomas en esta batalla no violenta que estáis llevando a cabo. Es un lema que se reproduce en Oriente Medio allí donde las condiciones de vida se han hecho intolerables para muchas mujeres.

Os escribo por admiración. Cuando pienso en la condición de la minoría a la que pertenecéis, asentada entre Turquía, Siria, Irán e Irak, sin nación y perseguida por vuestra lengua y cultura, me parece un milagro que no hayáis dado a luz a un nacionalismo cerrado e identitario. Estáis en el corazón del experimento de Rojava, la Administración Autónoma del Noreste de Siria no reconocida por el gobierno sirio, que tiene por objetivo una sociedad basada en la convivencia de culturas y religiones, en la ecología, el feminismo, la economía social y la autodefensa popular.

Me llama la atención la fuerza con la que ponéis en el centro de la sociedad la libertad de la mujer y su capacidad de liderazgo político; me llama la atención cómo dejáis de lado el sueño decimonónico de nación por el de colaboración democrática entre personas de diferentes culturas, a quienes se garantiza la expresión y el estudio de su propia lengua y cultura; y me resulta muy interesante vuestra idea de una política de base que se desarrolla en los municipios y en asambleas de participación ciudadana, desde pequeñas a grandes.

Me interesa vuestra forma de abordar el tema de la educación, el apoyo mutuo y la ecología. Me parece que la vida pública, tal como la imagináis, supera las polaridades a las que estamos acostumbrados, como norte-sur o este-oeste, e introduce un elemento diferente, que proviene de la tradición socialista, y que se expresa como nuevo.

No sé si en la práctica lográis alcanzar vuestras aspiraciones. Me cuesta no salir en vuestra defensa cuando oigo críticas hacia vosotras y hacia el Rojava que estáis construyendo. No todas las historias contienen solo gloria. Os estoy inmensamente agradecida y, junto con mi gratitud, espero que os llegue un deseo tan fuerte que podáis perseguir la no violencia; y os sintáis tan seguras como para poder hablar de todo, sobre todo, de lo que no funciona y de lo que hay que mejorar para poner en marcha una nueva idea de estar en el mundo. Contadnos todo para que podamos aprender de vosotras.

FUENTE: Carola Susani / Artículo original publicado en el número de marzo de 2023 de Donne Chiesa Mondo / Traducción: Vida Nueva

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