Aunque no existe un censo completamente fiable, se calcula que el pueblo kurdo, repartido en las regiones montañosas del sureste de Turquía, el noreste de Siria, el norte de Irak, el noroeste de Irán y el suroeste de Armenia, está integrado por 40 millones de personas. Es el cuarto grupo étnico más grande de Oriente Medio, y también uno de los más antiguos, con un pasado cultural que se remonta al siglo VII antes de Cristo. También es uno de los pueblos más ninguneados e instrumentalizados de la historia. Sus aspiraciones de disfrutar de una cierta autonomía y de su derecho a preservar su cultura y su lengua son constantemente postergadas o cortadas de raíz por los gobiernos de la región o las grandes potencias internacionales. Ni siquiera su papel fundamental en la reciente lucha con el Estado Islámico en Siria ha sido recompensado como creían. De todas estas cuestiones nos hablan David Meseguer (Benicarló, 1983) y Karlos Zurutuza (Donostia, 1971) en Respirando Fuego (Ediciones Península, 2019), un libro de crónicas periodísticas que cubre la complejidad del conflicto kurdo a través de historias personales y anécdotas reales recabadas durante más de una década de trabajo sobre el terreno.
David Meseguer -codirector también de La revolución silenciosa, un documental sobre la situación de los kurdos en Siria- presentará el libro el próximo 30 de enero en Detroit Llibres (Alcoy) a las 19 horas. Culturplaza ha aprovechado la ocasión para preguntarle acerca de la situación actual de este pueblo originario de las llanuras y las antiguas tierras altas de Mesopotamia.
-¿Cuál es la principal aportación de Respirando Fuego?
-Para empezar, es un libro de reportajes periodísticos, no es un ensayo geopolítico, aunque hayamos tenido que recurrir a explicaciones históricas para que el lector pueda entender muchas cosas que suceden hoy en día. La principal aportación del libro es que quienes explican el conflicto son los propios protagonistas kurdos. Abarca las cuatro regiones en las que se reparte la población kurda, aunque la mitad del libro está dedicado a Siria, porque en ese país se ha librado el conflicto más importante y mortífero de lo que llevamos del siglo XXI. También porque los kurdos han jugado un papel muy importante allí.
-¿Son reportajes que ya habíais publicado en otros medios de comunicación?
-No, porque aunque la materia prima en muchos casos sí se utilizó en su momento para reportajes que hemos publicado, en este libro hemos podido trabajar sin las limitaciones propias del artículo periodístico. Hay que tener en cuenta que en un periódico solo puedes llegar a escribir un 5 por ciento de lo que nos han contado y lo que hemos podido vivir.
-Las vicisitudes de los kurdos como pueblo sin Estado no han recibido apenas atención mediática a lo largo de las décadas. Pero en 2014, a raíz de su resistencia contra el Estado Islámico en Kobane (ciudad de la provincia de Alepo, al norte de Siria, de mayoría kurda), mucha gente en Occidente se fijó en ellos por primera vez. Sorprendía, entre otras cosas, que un pueblo de mayoría suní, como los yihadistas, se convirtiera en el dique que frenaba la expansión del califato.
-El papel de los kurdos en la lucha contra el Estado Islámico ha sido muy importante, y cabe recordar que en ella han perdido la vida más de 12.000 milicianos y milicianas kurdas. Efectivamente, el pueblo kurdo es principalmente musulmán, aunque en determinados estratos sociales hay población no creyente. En general otorgan libertad de culto. El proyecto del Estado Islámico de hacerse con todo el territorio posible de Siria amenazaba directamente la continuidad de las regiones kurdas en Siria e Irak y el reconocimiento de sus derechos, su lengua y su cultura. La batalla de Kobane, en la que el Estado Islámico estuvo a punto de capturar la ciudad kurda, ganó la simpatía internacional hacia los kurdos porque coincidió también con la matanza de Charlie Hebdo en 2015 y atentados de París. Se organizó entonces una coalición internacional que daba cobertura militar a los kurdos para que estos pudieran recuperar sus territorios.
-El brazo armado de los kurdos fue muy útil para los intereses de la alianza internacional contra el yihadismo, pero una vez derrotado el califato del Estado Islámico en el país parece que la comunidad internacional les ha traicionado, una vez más.
-Sí, lo hemos visto ahora, con la ofensiva turca sobre el norte de Siria tras la retirada de las tropas estadounidenses. Desde el comienzo de la guerra civil en Siria, el gobierno turco siempre ha estado obsesionado con que los kurdos nunca vean reconocidos sus derechos ni accedan a ningún tipo de autogobierno. El ataque militar que ordenó el presidente turco Erdogan contra ciudades kurdas en octubre de 2019 se resolvió con miles de desplazamientos, muertos y destrucción de patrimonio cultural milenario. Y, claro, los kurdos se han sentido abandonados por el silencio de la Unión Europea (UE) y Estados Unidos, que hasta entonces habían sido sus aliados. Miraron hacia otro lado porque la presión que ejerce Turquía es muy importante en estos momentos; ellos tienen la llave de la contención de los flujos migratorios de la guerra de Siria hacia Europa.
-Tampoco les fue bien su referéndum de independencia en Irak en 2017, un par de semanas antes del que se llevó a cabo en Cataluña. Es uno de los acontecimientos históricos de los que fuiste testigo en su día, y que también se recoge en el libro.
-El resultado en esa ocasión también fue parecido: no recibieron ningún apoyo por parte de la comunidad internacional. Creo que el pueblo sinceramente creía en su legitimidad para celebrar el referéndum; pensaban que era su momento, porque habían luchado contra el Estado Islámico y porque el gobierno de Irak presentaba síntomas de debilidad. Pero ahora, años después, muchos políticos y analistas te dicen que una de las principales motivaciones de este proceso era sencillamente el ansia del entonces presidente Barzani, líder del PDK y perteneciente a una familia con larga tradición en la lucha kurda, de dejar una huella en la historia. Lo cierto es que, a pesar de que los resultados y la participación fueron apabullantes, los kurdos están ahora peor que antes, porque tras las elecciones hubo semanas de ataques del gobierno de Bagdad en los que perdieron el control de territorios kurdos muy importantes como Kirkuk. Sobre la proximidad de ese referéndum con el catalán, es curioso porque los kurdos suelen hacer referencia a la vertebración territorial de España como un modelo aspiracional. Para ellos, una autonomía como la de España sería lo más.
-Una de las características más llamativas de la lucha armada kurda es el protagonismo de las mujeres y las aproximaciones al feminismo dentro de este colectivo de mayoría musulmana.
-En la sociedad kurda, como en las sociedades de todo el mundo, hay mucho machismo. Pero es cierto que en su seno han surgido formaciones políticas que llevan el feminismo en su ADN ideológico. Creen en la necesidad de sacar a la mujer del ámbito doméstico y que tenga un papel activo en la esfera política, laboral y militar. Quien lo tiene más claro es el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán), que desde su nacimiento como partido en 1978, y desde que inicia los ataques armados en 1984, siempre ha tenido mujeres en sus filas. No es un escaparate para los medios de comunicación. Yo he estado sobre el terreno y lo he visto. Las milicianas tienen un rol muy importante contra los enemigos, y miles de ellas han pagado por ello con su vida. Las ves en el frente, conduciendo vehículos militares; compartiendo trincheras; si una comandante da una orden a un hombre, éste se cuadra. Las milicianas kurdas en Siria siempre remarcan que cargan con una doble lucha: el reconocimiento de los derechos del pueblo kurdo y el reconocimiento de los derechos de la mujer. Además, estos grupos intentan que haya paridad y co-liderazgo en sus filas. En cualquier caso, todavía tienen mucho camino por recorrer. El peso de los hombres sigue siendo superior en una proporción de 65 a 35, pero comparado con países vecinos como Arabia Saudí o Irán, es un oasis. Diría incluso que una revolución.
-¿Habéis podido desarrollar vuestro trabajo con normalidad estos años como periodistas internacionales en las regiones kurdas?
-En 2015 comenzó una oleada represiva en el Kurdistán de Turquía que ha llevado a la cárcel o al exilio a muchos periodistas locales opositores. Para un periodista internacional, el máximo problema al que te enfrentas es que te deporten. Cuestión aparte es la autocensura de los medios internacionales. Hoy se publica mucho menos sobre el conflicto kurdo porque muchos corresponsales de medios españoles con sede Estambul o Ankara se arriesgan a que el gobierno de Erdogan les retire la acreditación de prensa. Yo, como freelance, suelo utilizar un perfil muy bajo incluso, sin contactar con el gobierno y moviéndome como un civil más; sobre todo porque los periodistas que hemos informado sobre el Kurdistán sirio tienen luego problemas al viajar a Turquía.
-¿Eres optimista con respecto al futuro de la causa kurda?
-No, soy pesimista. Aunque es muy difícil pronosticar el futuro sobre una zona del mundo como Oriente Medio, sujeta a tantos intereses y periodos de inestabilidad constantes. El pueblo kurdo, dicen algunos, es un pueblo de usar y tirar. Son los aliados más confiables cuando surge un enemigo, pero en cuanto éste deja de existir, a los kurdos siempre les dejan tirados. No soy optimista porque Turquía tiene el toro cogido por los cuernos; tiene una gran influencia internacional. En Siria, tras la última ofensiva contra los kurdos, y con células del Estado Islámico todavía activas, la situación es todavía muy inestable para que pueda prosperar su causa. Y en Irán, habrá que ver cuál acaba siendo el papel de las milicias kurdas si estalla una guerra en la región como consecuencia del asesinato de Soleimani ordenado por Trump.
FUENTE: Marta Moreira / Culturplaza