El mundo árabe busca sus desaparecidos: “no descansaremos hasta encontrarlos”

La libanesa Walad Halawani, la siria Fadwa Mahmoud y tantas otras mujeres en el mundo árabe llevan tiempo sin encontrar a sus seres queridos, pero en medio de la búsqueda se encontraron entre ellas. Las guerras y la falta de estado de derecho que sacuden Oriente Medio dejan miles de crímenes impunes, junto con miles de destinos por resolver. El pasado miércoles 30 de agosto, con motivo del Día Internacional de las Víctimas de las Desapariciones Forzadas, Amnistía Internacional (AI) reunió activistas provenientes de Iraq, Siria, Yemen o Líbano, que denunciaron los obstáculos con los que los gobiernos autoritarios les niegan la rendición de cuentas y el descubrimiento de la verdad sobre el paradero de los ausentes.

“Todo el mundo murió; iros para casa”. Era la respuesta habitual que los dirigentes libaneses ofrecían a Halawani cuando empezó a mover cielo y tierra para reivindicar que revelar el destino de los desaparecidos era un derecho legal, y no únicamente una lucha emocional. Adnan, el marido de Halawani, desapareció cuando unos hombres que se presentaron en casa como miembros del Estado se lo llevaron para realizar lo que aseguraron que era un cuestionario rutinario sobre un accidente de tráfico. Era septiembre de 1982, en medio de la guerra civil libanesa. Nunca más se supo de él.

Dos meses más tarde, Halawani fundó el Comité de las Familias de los Secuestrados y Desaparecidos en Líbano, un grupo liderado por mujeres contrarias a la guerra en los tiempos más álgidos del conflicto civil. Prácticamente, todos los días había nuevas ausencias que lamentar. Los Acuerdos de Taiff que los señores de la guerra firmaron en 1990 para convertirse en señores de gobierno dieron una indicación de la dificultad que tendría la lucha por la verdad. En lugar de lidiar con algunas de las mayores preocupaciones ciudadanas, como la rendición de cuentas o el paradero de los desaparecidos, aquello incluyó una amnistía que protegía a los perpetradores y que marginaba a las víctimas.

Hoy, Halawani puede celebrar algunos éxitos, pero todavía menores. En 2018, el Parlamento de Líbano aprobó la Ley 105, que establecía un comité que indagaría sobre los desaparecidos. “Aquella ley la propusimos nosotros”, recuerda Halawani indignada en declaraciones a El Salto Diario. “Varias familias trabajamos en ella junto con abogados, jueces retirados o profesores universitarios; hicimos el trabajo que deberían de haber hecho los miembros del Parlamento”. Pasado un tiempo, este comité formado por 10 miembros y enfocado hacia un solo objetivo, no ha dado resultados. “El proyecto no cuenta con los recursos necesarios para hacer su trabajo”, lamenta Halawani. “Necesitamos que el consejo de ministros aporte más al comité”.

Las dificultades que las familias de las víctimas deben afrontar, a menudo desde la soledad, llevan Halawani a reivindicar la jornada por los desaparecidos: “La ONU creó el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas no como una celebración, sino como un día para apoyar el derecho de las familias de saber dónde están sus seres queridos. Queremos rendición de cuentas y terminar con este tipo de crímenes por parte de las autoridades. Tenemos derecho a pasar el duelo y a enterrar a nuestros muertos como corresponde. Tenemos derecho de llegar a la verdad. Para nosotros, todos los días son el día de los desaparecidos, porque todos los días pensamos en ellos”.

Desapariciones políticas

A menudo, las desapariciones tienen un marcado acento político. Es el caso de las de Maher y Abdelaziz, el marido y del hijo de la siria Fadwa Mahmoud. “En el momento de su desaparición, había una conferencia en Siria para unir a la oposición pacífica en el país. Creíamos que la detención sería breve, que los liberarían cuando la conferencia terminara. Pero por desgracia, han pasado muchos años y eso nunca ocurrió”. Mahmoud recuerda qué hacía en el momento en el que se produjo la desaparición: “Abdelaziz volvía de un viaje de trabajo y Maher le fue a buscar; yo les esperaba en casa con la comida preparada. Lo recordaré toda la vida. Siempre pienso que si algún día regresan, les prepararé el mismo plato”.

Mahmoud asegura que no le sorprendió que el régimen detuviera a su marido. Ella mismo había sido detenida años atrás bajo el liderazgo de Hafez el-Asad, padre del hoy dictador Bashar. De hecho, quien la detuvo fue su propio hermano, que ejercía de jefe de una fuerza militar en Siria. “Sí, estuve dos años detenida bajo el cuerpo militar que lideraba mi hermano”, constata Mahmoud. “Lo cuento para que la gente sepa que el régimen de los al-Asad está dispuesto a dividir familias”.

Con el tiempo, Mahmoud pasó a co-liderar el organismo Familias por la Libertad, que se dedica a indagar sobre los desaparecidos. El compromiso en la lucha por la búsqueda de los ausentes por parte de Mahmoud y de otras mujeres implicadas en la causa las lleva a trabajar por todos los que no están, y no solo por quienes les son cercanos. “He estado esperando y luchando desde ese día de 2011”, indica Mahmoud a El Salto Diario. “No solo por Maher y Abdelaziz, sino por toda la gente joven en Siria que ha desaparecido forzadamente. Porque este es un asunto que nos afecta a todos. No me cansaré de luchar. No me rendiré. Continuaré batallando”.

El papel de la comunidad internacional

Las autoridades que desaparecen personas en Siria, Líbano, Iraq o Yemen son distintas, pero la unión entre las familias tiene sentido porque existen patrones compartidos. “Desgraciadamente, en toda la región árabe, tanto gobiernos como actores no estatales desaparecen personas con total impunidad”, lamenta a este diario Aya Majzoub, Directora Adjunta de Amnistía Internacional en Oriente Medio y el Norte de África. “En muchos de estos casos, los perpetradores están todavía conectados con el gobierno, o bien están en el gobierno, o bien dominan el país, así que existe un gran interés por dejar atrás este tipo de causas legales”.

Aunque parezcan invencibles, las personas que están en el poder aprueban amnistías para blindarse porque ellas también pueden sentir miedo. “Temen que se descubra la verdad sobre los crímenes que han cometido, que eso lleve a un proceso de rendición de cuentas y que algo así pueda terminar con su supervivencia en el poder”, relata Majzoub.

Aunque los crímenes que se denunciaban el miércoles en Beirut tengan lugar en el mundo árabe, el resto de la comunidad internacional juega un papel clave en la búsqueda de justicia que ambicionan Halawani y Mahmoud. Resoluciones como la que aprobó recientemente el Consejo General de las Naciones Unidas, en la que se comprometía a indagar sobre los desaparecidos en Siria, pueden quedar en papel mojado. Solo la implicación de la comunidad internacional y la debida financiación de los mecanismos establecidos permitirán avanzar hacia el cumplimiento del mandato.

FUENTE: Joan Cabasés Vega / El Salto Diario

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