Después de pasar casi un año luchando contra el Estado Islámico en Rojava, la región kurda de Siria, Maria Edgarda “Eddi” Marcucci, una mujer italiana de 29 años, fue condenada a dos años de vigilancia especial por el tribunal de Turín en marzo de 2020.
La joven tiene prohibido salir de su casa entre las 9 de la noche y las 7 de la mañana. Tampoco se le permite frecuentar lugares públicos después de las 6 de la tarde, y cada vez que se mueve fuera de la capital piamontesa debe notificar a la policía.
Su licencia de conducir y su pasaporte han sido confiscados. No puede conducir o salir de Italia, ya que su documento de identidad ya no es válido para la expatriación. Tampoco puede participar en ningún evento público.
“Socialmente peligrosa”
La fiscal a cargo de su caso, Emanuela Pedrotta, consideró que María Edgarda Marcucci representa “un peligro social”, aunque la joven no había cometido ningún delito.
La Fiscalía emitió la hipótesis de un “futuro crimen”, y argumentó que Marcucci había convertido a “la lucha contra el sistema capitalista (su propia) razón de vivir”.
Confederalismo Democrático kurdo
Después de haber luchado en las Unidades Femeninas de Protección kurdas (YPJ) en defensa del cantón de Afrin hasta junio de 2018, la joven italiana emprendió un viaje por la península itálica para contar la experiencia revolucionaria kurda, que comenzó en 2012 en Siria.
En una entrevista con Euronews, Marcucci explica que, de esta manera, expuso el “confederalismo democrático”, ideología kurda, en “asociaciones culturales, universidades, grupos de investigación, centros sociales, congresos y escuelas” de todo el país.
La joven defiende el sistema de auto-organización democrática kurdo, que se basa en los principios del municipalismo libertario, la democracia directa, la ecología, el feminismo, el multiculturalismo y la economía del reparto.
“Esta experiencia política nos ha dado nuevas herramientas para comprender cómo el destino de nuestro pueblo y de la gente está íntimamente ligado al resto del mundo. De vuelta en Italia, explicamos cómo es posible un cambio tan radical, profundo y efectivo, al que voluntariamente se han unido cinco millones de personas”, explica Marcucci.
“Una oposición constante a las medidas de las autoridades públicas”
En su sentencia, los tres magistrados justifican la severidad de las medidas por la “oposición constante, obstinada y latente a las medidas de las autoridades públicas” que caracterizarían a Marcucci.
Los jueces de Turín afirman que su participación en una manifestación en la Cámara de Comercio de Turín, en noviembre de 2019, fue decisiva para aplicar medidas tan severas.
Los activistas irrumpieron en el lugar mientras se celebraba una conferencia para denunciar “un intercambio comercial en el sector aeroespacial en el que supuestamente también estaría implicada Turquía”, según los documentos oficiales. Un movimiento pacífico, señala Marcucci, en el que con “pancartas y folletos” denunciaron “el suministro de material de guerra a Turquía”.
“Daesh ha sido un enemigo de la humanidad, y después de la invasión de Turquía en octubre de 2019, el Estado Islámico está incluso recuperando fuerza”, critica la joven.
“Hemos sido acusados de ser un peligro social, pero la pregunta es: ¿de qué sociedad estamos hablando? No tengo dudas de que fue correcto y tengo un profundo respeto por esta revolución”, añade.
“Un precedente peligroso para las libertades civiles en Italia”
Marcucci afirma que el proceso judicial al que ha sido sometida se trata de una “monstruosidad” generada por “una atención morbosa y persecutoria a la disidencia social”.
“Este es un precedente muy peligroso para las libertades civiles en este país”, afirma Marcucci.
Sin embargo, la joven italiana fue la única de las seis personas procesadas en ser condenada. Para ella, el sistema acusatorio “no gira en torno a la culpabilidad o inocencia de una persona, sino que se basa en una predicción del comportamiento”.
Marcucci espera poder apelar esta decisión en otoño para poder defenderse ante los tribunales italianos.
FUENTE: Lillo Montalto Monella / Euronews