La invasión silenciada

El periódico kurdo Hawlati informó la semana pasada que Turquía ocupa militarmente cientos de aldeas en Bashur (Kurdistán iraquí, norte de Irak). Desde hace casi dos años, los ataques del Estado turco contra zonas de Bashur se recrudecieron. El blanco principal son las guerrillas del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), que tienen sus bases en las montañas de Qandil. Pero los bombardeos no sólo apuntan a la insurgencia, sino que en reiteradas ocasiones tienen como fin a los y las pobladoras que viven en las frontera con Turquía. El gobierno del reelecto presidente Recep Tayyip Erdogan utiliza todos los métodos disponibles para esta avanzada que parece no tener fin: artillería, drones, aviones de combate y armas químicas. Esto último, que fue denunciado en reiteradas ocasiones por la insurgencia y por periodistas independientes, apenas trascendió a nivel internacional.

Según Hawlati -citado por la agencia de noticias ANF– “cientos de aldeas en el sur de Kurdistán han sido despobladas y ocupadas por el ejército turco, el acceso está prohibido (y) las carreteras han sido cerradas”. En el artículo se describió la situación en la localidad de Sheladize, ubicada a 30 kilómetros de Amadiya, en la gobernación de Duhok, una de las regiones más importantes de Bashur. El periódico publicó el testimonio Rizgar Übêd, miembro de la administración local de Sheladize, que confirmó que al menos 85 aldeas, de mayoría kurda, fueron despobladas debido a los ataques turcos. Übêd afirmó que “ya no hay vida en estos pueblos, y la gente de los alrededores tiene prohibido visitarlos”.

El operativo militar turco en Bashur no sólo despobló y ocupó las aldeas, sino que en muchas de ellas se instalaron bases militares. El académico Dilşad Nesrullah, que vive en el pueblo de Sire, declaró al periódico kurdo que “el Estado turco ha establecido, hasta ahora, unas diez bases militares en las montañas alrededor de Sheladize. Las bases están ubicadas en las áreas de Mam Reşo, Kêrya Dêrê, Serê Darê y Kelha Bêde. El Estado turco ha desplegado un gran contingente militar en la región”. Nesrullah también explicó que en cada una de las aldeas arrasadas vivían entre 50 y 75 familias, que se desplazaron de manera forzada a otras localidades de Bashur.

Los ataques del gobierno turco además tienen como objetivo el campamento de refugiados y refugiadas de Makhmur, en Bashur, donde viven al menos 15.000 kurdos y kurdas desde la década de 1990. El campamento fue armado luego de que la mayoría de los y las desplazadas que lo habitan tuvieran que escapar de Bakur (Kurdistán turco, sudeste de Turquía) debido a la intensa represión militar en su contra. Makhmur tiene el respaldo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y del gobierno de Bagdad, pero eso no detiene los bombardeos turcos ni tampoco el asedio del propio Ejecutivo iraquí. Hasta la semana pasada, el ejército de Irak mantuvo rodeado Makhmur por más de 15 días, en una situación de clara amenaza contra quienes habitan el campamento. Para Bagdad, como también para el Gobierno Regional de Kurdistán (GRK), administrado por el Partido Democrático de Kurdistán (PDK), el problema en Makhmur es que en el campamento los y las pobladoras están organizados como un autogobierno, siguiendo las líneas ideológicas del confederalismo democrático, paradigma impulsado por el PKK y el amplio Movimiento de Liberación de Kurdistán.

El plan de expansión territorial del gobierno turco es evidente y fue confirmado en reiteradas ocasiones por Erdogan y muchos de sus ministros. En Rojava (Kurdistán sirio, norte de Siria), el Estado turco y los grupos mercenarios y yihadistas que financia, controlan amplias zonas en Afrin, Al Bab, Gire Spî y Serêkaniye. En el caso de Afrin, Turquía junto a Qatar aplican un plan de construcción de viviendas en las que luego envían a vivir a refugiados y refugiadas sirias que están en Turquía. Con esto –además de la expulsión masiva de pobladores kurdos, la aplicación del sistema educativo turco y la utilización de la lira como moneda-, el Estado turco impulsa un profundo cambio demográfico e intenta revertir el modelo de inclusión social, étnica y religiosa difundido por la Administración Autónoma del Norte y el Este de Siria (AANES) desde 2012, cuando en Rojava comenzó el proceso revolucionario encabezado por las milicias kurdas YPG/YPJ.

Otra región del norte de Irak prioritaria para Turquía es Shengal, el territorio habitado por el pueblo yezidí, que en 2014 fue víctimas de un genocidio en manos del Estado Islámico (ISIS). En Shengal también se desarrolla un autogobierno con características similares a los de Rojava y Makhmur, y esto es inaceptable para Turquía y sus aliados (ya sea el PDK, el gobierno de Bagdad, Estados Unidos o Rusia). Aunque los ataques son continuos contra el territorio yezidí (pueblo de mayoría kurda que profesa una religión vinculada con el zoroastrismo), las personas desplazadas primero por ISIS y luego por los ataques turcos, comenzaron a volver a sus hogares. El miércoles pasado, se conoció que 307 refugiados y refugiadas retornaron a Shengal y Nínive, lugares devastados por ISIS. Es importante recordar que cuando el grupo terrorista atacó Shengal, el GRK y el Ejecutivo de Bagdad retiraron sus fuerzas militares, liberando la zona para que ISIS cometiera una masacre. La intervención de las guerrillas del PKK y de las milicias de las YPG/YPJ permitieron que miles de hombres y mujeres yezidíes pudieran escapar a zonas montañosas. Si no fuera por la insurgencia kurda y las fuerzas de autodefensa de Rojava, los asesinatos cometidos por ISIS habrían aumentado exponencialmente.

Aunque el Estado turco sostiene los ataques contra la población kurda dentro de sus fronteras, en Bakur y Rojava –algo que prosiguió durante la campaña electoral en Turquía-, su ejército no puede alcanzar su máximo objetivo de ocupación. En un balance sobre mayo, las Fuerzas de Defensa Popular (HPG) –una de las guerrillas del PKK en Bashur-, informaron que sólo en ese mes 54 soldados turcos fueron abatidos por la insurgencia. También confirmaron que 13 guerrilleros y guerrilleras fueron martirizados. En el documento, recordaron que tras los terremotos de febrero pasado en el sudeste de Turquía, las HPG declararon un alto el fuego unilateral que todavía cumplen, salvo cuando son atacadas. En el balance, la insurgencia kurda destacó la “resistencia histórica” que encabezan frente “los ataques de los colonialistas para que nuestro pueblo oprimido pudiera tener un futuro honorable con su lengua, su cultura y su historia”. A su vez, las HPG denunciaron que el ejército turco “cometió crímenes de guerra bombardeando las posiciones de la resistencia guerrillera ocho veces con bombas prohibidas y armas químicas” durante todo mayo. Además, puntualizó que el Estado turco lanzó 126 ataques con aviones de combate, 11 veces desde helicópteros, y 435 veces con morteros, obuses, tanques y armas pesadas.

Con el nuevo gobierno de Erdogan, la política exterior turca no retrocederá en sus objetivos. En una guerra abierta contra el pueblo kurdo –y otras minorías dentro de sus fronteras-, y con la carta de ser el segundo ejército más grande dentro de la Organización para el Atlántico Norte (OTAN), quienes manejan el Estado turco continuarán con una expansión territorial a la que casi nadie le presta atención. Además de Bashur y Rojava, Turquía sostiene al régimen de Azerbaiyán y a su política guerrerista contra Armenia y Nagorno Karabaj, como también influye en los sectores islamistas libios que, desde hace años, pujan por el poder total de ese país del norte de África desmembrado por obra y gracias de la OTAN.

FUENTE: Leandro Albani / Nueva Revolución

Be the first to comment

Leave a Reply

Your email address will not be published.


*