Las milicias kurdas acusan a Turquía de fortalecer al Daesh

A pesar de que Turquía y Siria no han confirmado oficialmente la vuelta a las relaciones diplomáticas, Ankara, en su intento de erigirse como una potencia diplomática en la región, ha vuelto a tender la mano a Damasco en un momento en el que el gobierno de Erdogan libra una ardua batalla contra los kurdos.

Desde los territorios del Kurdistán -conformado por zonas de Siria, Irak, Irán y Turquía- advierten que, de darse un posible acercamiento, el único beneficiario sería el Daesh. Y es que las milicias kurdas de las YPG y las YPJ, enemigas acérrimas de Erdogan, consiguieron, junto con la ayuda estadounidense, acabar con el intento de Califato islámico que el grupo yihadista instauró en Siria en el marco de la guerra civil.

Durante este periodo, iniciado en el año 2011 con la revuelta de las Primaveras Árabes, las relaciones entre Turquía y Siria se resquebrajaron. Desde Damasco acusaban a Ankara de emplear mercenarios yihadistas, que enviaban a Siria, para continuar sembrando el caos en el complejo tablero sirio.

Aunque consiguieron vencer a los yihadistas del Daesh, sobre todo a la estructura estatal que trataron de implementar a través del terror, esto no significó la desaparición total de los terroristas. De hecho, muchos de ellos fueron arrestados y los que no acabaron en las cárceles terminaron en campos como los de Al Hol, ubicado en la ciudad noroeste de Hesekê, en los que también supone un peligro la influencia de las mujeres de los terroristas por sus funciones de adoctrinamiento hacia sus hijos, nacidos de padres que han sido o siguen siendo simpatizantes del Daesh. En este sentido, la presencia de presuntos yihadistas en este tipo de campos han derivado en las conocidas como “células durmientes”, que estarían a la espera de su “despertar”.

Ante el aumento de la influencia y la propagación yihadista en este tipo de campos, las fuerzas policiales y de seguridad kurdas, conocidas como las Asayish, iniciaron una operación antiterrorista en el campo de Al Hol, bajo el nombre de “Operación Seguridad y Humanidad”, con el fin de detener a los presuntos yihadistas.

Hasta el momento, la operación se ha saldado con 27 detenidos y ha conseguido desmantelar 33 tiendas de campaña que se habían empleado como “tribunales islámicos” y “escuelas para promover la ideología del grupo”, de acuerdo con un comunicado emitido por la agencia kurda Rudaw.

Según los propios kurdos, Al Hol supone “una bomba de relojería” a punto de estallar que afecta la integridad y la seguridad de las más de 50.000 personas que habitualmente viven, trasladados allí después de la derrota oficial del Daesh.

El pasado mes de junio, un informe de la ONU denunciaba que el 50% de su población eran menores de 12 años, lo que propició el reclamo a los diferentes gobiernos para que acelerasen los procesos de repatriación ante el riesgo que conlleva para la seguridad regional prolongarlos más en el tiempo.

Según relatan en el informe, el campamento está conformado por “un complejo desolado y creciente de tiendas de campaña bajo un sol abrasador” en el que “muchas personas, en particular niños, nunca pidieron ser parte de esta situación desesperada sin fin a la vista” y su situación “solo contribuye a alimentar el extremismo”.

Asimismo, y en el marco de la guerra siria, los rebeldes opositores de Asad, agrupados en las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), participaron también en la lucha contra el Daesh, aunque estos tuvieron que replegarse al norte de Siria después del conflicto, en regiones como Idlib, donde tratan de resistir a pesar de haber perdido la guerra.

Es en Idlib donde, además de los refugiados, se ubican grupos de resistencia kurdos y árabes y yihadistas. Desde su retirada, los bombardeos rusos y sirios se han sucedido en un intento de finalizar con el último bastión de la resistencia contraria al dictador Asad.

Idlib no es la única zona siria que sigue sufriendo violencia. Los cantones de Afrin y Kobane, habitados por kurdos, también han sido víctimas de múltiples operaciones “antiterroristas” libradas por Turquía que tienen como objetivo acabar con su presencia, presencia que por otro lado amenaza la política islamista de Erdogan por su influencia en el Parlamento turco con la representación del Partido de los Pueblos (HDP).

FUENTE: Alba Sanz / Atalayar

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