“Mi madre no solo me enseño la rebelión, también me enseñó a luchar”

A lo largo de su vida, Sakine desarrollaría un profundo conocimiento y comprensión tanto de Kurdistán (y Turquía), como de Europa y de sus pueblos, culturas e identidades.

Para conmemorar el aniversario del asesinato de Sakine Cansiz, Fidan Dogan y Leyla Saylemez el 9 de enero de 2013, ANF publicó un extracto de la autobiografía de Sakine Cansiz, “Toda mi vida fue una lucha”, al cumplirse 7 años del asesinato de las tres revolucionarias kurdas. Reproducimos este articulo, con motivo del 8vo aniversario de su muerte.

En este capítulo, Sakine habla de su primera vez en Europa, en Alemania, en 1973. Viajó allí con su padre. A lo largo de su vida, Sakine desarrollaría un profundo conocimiento y comprensión tanto de Kurdistán (y Turquía), como de Europa y de sus pueblos, culturas e identidades.

Mi madre no solo me enseño la rebelión, también me enseñó a luchar.

En aquel año, mi padre decidió llevarnos a mi hermano y a mi a Alemania; yo no quería dejar la escuela; había terminado la escuela media y quería seguir estudiando; me interesaba la carrera de enfermería y quería ir a la escuela de salud; no sabía mucho de internados, pero en la familia había chicas que iban a escuelas con residencia propia. La hija de un tío materno iba a la escuela de mujeres en Elazığ, y la hija de un tío paterno iba a la escuela en Akçadağ. Eso me gustaba más. Deseaba, en ese entonces, estar muy lejos, porque pensaba que mi madre así me amaría más. Mis hermanas menores eran mellizas, al igual que mis amigas de la primaria, se llamaban Feride y Nesibe. Su educación resultó difícil. A cada rato, mi madre decía: 

– ¡Cuándo logro domar a una, Alá me da otras dos!

Se quejaba con Alá de eso. Yo me alegraba en secreto de que existieran las mellizas. Recuerdo que le decía a mi madre, durante su tiempo de embarazo, cuando me retaba y se quejaba de que había nacido niña:

– ¡Ojalá vengan dos niñas más!

No se me había ocurrido que podían ser mellizas, solo quería tener muchas hermanas. Cuando nacieron las mellizas, me puse contenta. Era como si Dios hubiera escuchado mis ruegos. Pero por supuesto, no era fácil criar a las dos. También a mí me costaba mucho.

Normalmente yo me encargaba más de Nesibe y mi madre más de Feride. Juntas, les cambiábamos los pañales y les dábamos la papilla. Los vecinos, la llamaban Nesibe “la hija de Sakine”. Feride era rubia, Nesibe más oscura. Eran mellizas, no gemelas. Mi madre tuvo apendicitis justo después de su nacimiento, lo cual no hizo más fácil esas cosas. Yo estaba sobrepasada de llevar las tareas de la casa, y al mismo tiempo encargarme de las mellizas y tener la responsabilidad de toda la familia. Desde muy jóven me vi obligada a hacer todo tipo de trabajos.

Éramos siete hermanos, y yo era la hermana mayor. A parte de mi hermano mayor, todos eran más chicos y había que cuidarlos. A pesar de que lavaba la ropa, hacía la comida, el pan y las compras, así como todas las demás tareas del hogar, no podía complacer a mi madre. Mientras las vecinas me presentaban a sus hijas como ejemplo de laboriosidad en la casa, a pesar de mi jóven edad, no logré agradar a mi madre. Era una mujer muy áspera. Tampoco era fácil para ella estar sola con tantos hijos, ya que mi padre no estaba nunca. Esta carga la aplastaba. Mi madre dominaba esta familia con el lenguaje y las reglas que conocía y entendía. Es la persona que más me ha influenciado en la vida, por eso voy a seguir contando mucho de ella. Cuando mi madre me enseñó la rebelión, también me enseñó a luchar. Por eso le debo mucho.  

ANF

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