Al conmemorar el 16 de septiembre el aniversario de la trágica muerte de Jîna (Mahsa) Amini, la joven kurda iraní de veintidós años asesinada a manos de la policía de la moralidad (Gasht-e-Ershad), recordamos el espíritu indomable de las mujeres kurdas que lideraron el levantamiento bajo el lema “mujer, vida, libertad” o “Jin, Jiyan, Azadi”. Su lucha cosechó un apoyo y una simpatía sin precedentes en todo el mundo, pero con el paso del tiempo se ha hecho evidente que gran parte de ese apoyo era mera palabrería. Hoy debemos reflexionar sobre las promesas hechas, los cambios que se han producido y el trabajo que queda por hacer.
La muerte de Amini fue un conmovedor recordatorio de la brutal realidad a la que se enfrentan las mujeres en Irán, especialmente las de comunidades minoritarias. Su trágico destino se convirtió en un catalizador para el cambio, dando lugar a protestas generalizadas en todo el país que continúan hasta el día de hoy. Las mujeres kurdas, al frente de estas manifestaciones, exigieron por sus derechos humanos básicos: el derecho a vivir libres de opresión, a llevar una vida digna y a perseguir sus sueños sin miedo.
El lema “mujer, vida, libertad” resonó en las calles de Irán y llegó a oídos de todo el mundo. Las comunidades internacionales se unieron a estas valientes mujeres, ofreciéndoles su apoyo y solidaridad. Personalidades destacadas, como la académica Angela Davis, y muchas organizaciones denunciaron las acciones del gobierno iraní, comprometiéndose con la causa de la igualdad y la justicia. Por un momento, pareció que el mundo se había dado cuenta y que se vislumbraba un cambio.
En respuesta a las protestas y a la creciente presión internacional, el gobierno iraní afirmó que introduciría reformas destinadas a mejorar los derechos de las mujeres y las comunidades minoritarias. Prometieron desmantelar la policía de la moralidad y abordar los problemas sistémicos que condujeron a la muerte de Jîna Amini. Estas reformas despertaron esperanzas y cosecharon los elogios de algunos, ya que los dirigentes prometieron que Irán rendiría cuentas por sus violaciones de los derechos humanos. Otros, sin embargo, se mostraron escépticos ante la posibilidad de que estas promesas condujeran realmente a un cambio duradero.
Con el paso del tiempo, se demostró que su escepticismo estaba justificado, pues quedó claro que esas promesas eran palabras vacías. Las reformas puestas en marcha no eran más que una fachada, diseñada para aplacar las preocupaciones internacionales mientras se mantenía el statu quo. La policía de la moralidad, aunque aparentemente disuelta, continuó con sus tácticas opresivas de forma más discreta. Las mujeres kurdas, las comunidades marginadas y las manifestantes seguían sufriendo discriminación, acoso, violencia e incluso la ejecución. Como siempre han sabido quienes han vivido toda su vida bajo el régimen iraní, el compromiso del gobierno con el cambio no había sido más que una cortina de humo.
El gobierno iraní ha dado marcha atrás en las llamadas reformas, sobre todo reinstaurando con renovado vigor la policía de la moralidad. La periodista iraní Pune Ashtiyan habló con la agencia de noticias Mezopotamya en agosto para contar que, aunque la policía de la moralidad estuvo temporalmente ausente de las calles, ha vuelto a ellas y “ha aumentado significativamente su número”.
Ashtiyan declaró: “El Ayuntamiento de Teherán, una institución no policial dirigida ahora por un islamista que apoya al gobierno, anunció la contratación de 400 personas en la llamada Unidad de Prohibición del Hijab o Cuidado del Velo. Estas personas reciben un salario base de doce millones de tomans para golpear y detener a las mujeres que no llevan velo. Doce millones de tomans es más que el salario de todos los demás empleados municipales”.
Ashtiyan afirma que la policía de la moralidad sólo se retiró temporalmente como respuesta a la presión que recibieron tras el asesinato de Amini. Esto demuestra que la presión internacional puede hacer cambios, pero el hecho de que hayan vuelto con toda su fuerza demuestra que el trabajo no está hecho.
Las mujeres de Irán han demostrado una resistencia y una determinación sin parangón en su búsqueda de la libertad y la igualdad.
Al reflexionar sobre estos sombríos acontecimientos, cada vez está más claro que la comunidad internacional debe hacer algo más que ofrecer palabras vacías de apoyo. Ante todo, debemos escuchar y creer a las mujeres sobre el terreno y en primera línea del cambio en Irán. No debemos permitir que desaparezcan de nuestra memoria ni de los titulares. Un año después, el recuerdo de Jîna Amini, que alimenta la revolución de las mujeres en Irán, sigue muy vivo.
Para impulsar realmente el cambio en Irán, debemos fortalecer y apoyar a la oposición kurda dentro del país. Las mujeres de Irán han demostrado una resistencia y una determinación sin parangón en su búsqueda de la libertad y la igualdad. Su lucha representa las aspiraciones de millones de kurdos e iraníes que anhelan una sociedad más justa e integradora.
Apoyar a la oposición kurda en Irán significa trabajar activamente para empoderarla. Debemos presionar a nuestros gobiernos para que adopten medidas concretas que reflejen su compromiso con los derechos humanos y la justicia. Deben aprovecharse las sanciones y los esfuerzos diplomáticos para obligar a Irán a promulgar verdaderas reformas y a respetar los derechos de todos sus ciudadanos.
Al conmemorar el aniversario de la muerte de Jîna Amini, debemos honrar su memoria convirtiendo nuestras palabras en hechos. Es hora de que la comunidad internacional se ponga del lado de las mujeres kurdas y de todos aquellos que siguen luchando por “la mujer, la vida, la libertad” en Irán y en otros lugares. Sólo mediante un apoyo inquebrantable y un frente unido podemos esperar conseguir un cambio duradero y justicia para las mujeres, los kurdos y el pueblo de Irán.
FUENTE: Robin Fleming / Medya News / Traducción y edición: Kurdistán América Latina
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