Elecciones en Turquía: el mito de “libres pero no justas”

Tras las trascendentales elecciones del domingo, a Turquía le esperan otros cinco años de gobierno cada vez más autocrático del actual presidente Recep Tayyip Erdogan. Es muy poco probable que su contrincante, el nacionalista laico Kemal Kılıçdaroğlu, le supere en una segunda vuelta dentro de dos semanas. Mientras que, en contra de la mayoría de las predicciones, el Parlamento también sigue en manos de Erdogan. Los votantes se han escorado aún más a la derecha, apoyando al Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) de Erdogan o respaldando a candidatos minoritarios que representan a otras corrientes nacionalistas igualmente virulentas.

Entre otros tópicos de la noche electoral –“aliado clave de la OTAN”, “100 años de la República turca”- destacó uno en particular. Los observadores occidentales en Turquía afirmaron, con desparpajo, que estas elecciones habían sido “libres, pero no justas”. Con esto querían decir esencialmente que, aunque el gobierno turco ha lanzado un ataque concertado contra la libertad de los medios de comunicación, la libertad de organización política y la libertad de expresión, los comicios seguían siendo competitivos la misma noche electoral.

Esta distinción es pura semántica. En particular, mientras que la oposición dominante representada por Kiliçdaroğlu podría ser capaz de lanzar un desafío contra Erdogan, a pesar de estar obstaculizada por condiciones profundamente injustas, no hay ningún sentido significativo, en absoluto, en el que la oposición progresista, liderada por los kurdos, fuera “libre” para participar en las elecciones. Dicho de otro modo, sería un error oponerse a la esperada victoria de Erdogan, basándose únicamente en ciertas irregularidades electorales: la podredumbre en el corazón de la democracia turca es mucho más profunda que eso.

Las condiciones son realmente difíciles para el Partido Republicano Popular (CHP) de Kiliçdaroğlu. Por ejemplo, Turquía ocupa el puesto 165 de 180 países del mundo en cuanto a libertad de prensa, lo que significa que la radiotelevisión estatal dio a Erdogan aproximadamente un 6000% más de cobertura en el periodo previo a las elecciones que a su rival. Pero en el ámbito de los medios de comunicación, como en cualquier otro, son los periodistas kurdos de la oposición quienes se llevan la peor parte del autoritarismo turco, con decenas de trabajadores kurdos de la prensa actualmente entre rejas, muchos de ellos detenidos durante la campaña electoral.

La oposición liderada por los kurdos esperaba ser el rey de estas elecciones, pero ambos candidatos presidenciales la han convertido en su chivo expiatorio.

Algunos fueron detenidos en masa a principios de mes, entre ellos activistas de la sociedad civil, actores y políticos kurdos. Se suman a las más de 4.000 personas vinculadas al Partido Democrático de los Pueblos (HDP), pro-kurdo y pro-democrático, actualmente entre rejas, incluidas muchas figuras destacadas del partido, sus ex co-presidentes y no menos de 11 diputados. Lo más sorprendente de todo es que el HDP no ha podido participar en estas elecciones con su propio nombre. Con una nueva prohibición inminente del partido -lo que significa que se unirá a no menos de ocho partidos pro-kurdos predecesores en ser prohibidos por el poder judicial nominalmente independiente de Turquía- el partido se vio obligado a pivotar bruscamente en las semanas previas a las elecciones, presentando a sus candidatos a través de un partido asociado más pequeño, la Izquierda Verde (YSP).

No cabe duda de que si a la oposición kurda se le hubiera permitido la limitada libertad de maniobra que se concedió al CHP, habría obtenido suficientes votos para llevar a cabo su estrategia de obtener una fuerte minoría en el Parlamento y respaldar, al mismo tiempo, la campaña de Kiliçdaroğlu para desbancar a Erdogan, incluso dejando de lado la cuestión más radical de cómo sería el panorama político si Turquía tuviera realmente un poder judicial, una prensa y una separación de poderes libres. En las condiciones actuales, la capacidad del bloque de oposición dirigido por kurdos para mantener su posición como tercera fuerza en el Parlamento turco y recuperar decenas de diputados, es un pequeño milagro. Pero en este momento crucial, “menor” no era suficiente.

La oposición progresista y pro-kurda habría obtenido, sin duda, logros muchos mayores si hubiera podido participar en pie de igualdad en el proceso democrático.

Ciertamente, hubo casos de manipulación e intimidación en la noche del 14 de mayo. Pero el recuento de votos que favoreció a Erdogan y los vehículos militares aparcados frente a las cabinas de votación en las regiones kurdas, fueron sólo la punta del iceberg. Estas elecciones pueden parecer bastante “libres” para los observadores externos, pero la campaña de intimidación y coacción de Erdogan lleva muchos años gestándose. Con la oposición kurda sometida a todo tipo de restricciones y prácticamente excluida del debate y de la vida pública, no se puede hablar de auténtica democracia. La situación es tan injusta que hablar de “elecciones libres” sólo sirve para respaldar el régimen autoritario de Erdogan. Un sistema que no es libre para su minoría más grande y más oprimida, en última instancia no es libre para todos.

Si Kılıçdaroğlu es capaz de contraatacar a Erdogan, sólo será haciendo más concesiones a sus aliados electorales de ultraderecha y a los votantes que apoyaron al candidato aguafiestas ultranacionalista Sinan Oğan en la primera vuelta -este último ya declaró que sólo apoyaría a Kiliçdaroğlu si prometía excluir al HDP de la política-. Lo más probable es que Erdogan arrase cómodamente con estos votos y continúe el proceso de asfixia de la expresión política y la participación democrática kurdas. En cualquier caso, no se vislumbra un nuevo amanecer en Turquía, sólo la larga y continua lucha que se libra dentro y fuera de las debilitadas instituciones democráticas turcas, con las que los kurdos y la izquierda progresista están demasiado familiarizados.

Independientemente del resultado final, los kurdos desempeñarán su papel más decisivo en las elecciones presidenciales no como hacedores de reyes sino como chivos expiatorios.

FUENTE: Matt Broomfield / Medya News / Traducción y edición: Kurdistán América Latina

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