La historia de Alina Sánchez, también conocida como Lêgerîn Çiya, argentina de nacimiento y kurda por adopción, médica formada en Cuba, internacionalista y militante del Movimiento de Liberación de las Mujeres de Kurdistán.
Alina falleció en un inesperado accidente de tránsito el 17 de marzo de 2018, en Rojava, confederación de cantones libres del norte de Siria. Tenía apenas 32 años y había nacido en la provincia de Neuquén, en la Argentina. Pero sus cenizas se hicieron parte de la tierra liberada que eligió y amó.
Kurdistán, un territorio habitado por diferentes culturas y religiones, es un ejemplo de diversidad y vida. Su geografía peculiar se emplaza sobre las montañas de Zagros, entre los ríos Tigris y Éufrates, en la antigua Mesopotamia. Esa localización, desde siempre apetecida por los grandes imperios, cobija la resistencia kurda desde tiempos inmemoriales.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Francia y Gran Bretaña se repartieron sus tierras. Buena parte de sus habitantes fueron forzados a dejar de hablar sus lenguas nativas y a renunciar a sus creencias, mientras que miles eran asesinados o iban a parar a las cárceles coloniales por negarse a olvidar sus raíces.
Lêgerîn, “la buscadora”, tal y como su nombre kurdo refleja, llegó a aquellas montañas a sus jóvenes 24 años. Una tierra aparentemente tan lejana y desconocida como su propio nombre. Pero como ella decía, la realidad varía con la posición del observador, y los puntos desde los cuales Alina se posicionaba con firmeza se transformaron, en pocos años, en puentes robustos entre las ancestrales tierras de Abya Yala y Kurdistán.
A los dos años de su acercamiento al movimiento de liberación del Kurdistán, Alina daba charlas informativas en países de Latinoamérica, promoviendo las prácticas de solidaridad y articulación. Escribía artículos de prensa, participaba en eventos e intercambios con otras organizaciones y realizaba traducciones de libros del idioma kurdo al español.
“Allá la vida es un sujeto colectivo” solía afirmar en sus charlas, y explicaba también que la historia es bastante más larga de los 500 años que nos hacen estudiar de este lado. Transmitía que la historia de los pueblos es una sola, con sus respectivos contextos y variantes. Que los mecanismos de opresión, sobre todo desde que fue implantada la Modernidad y el trazado del mundo en fronteras que nos delimitan, son similares. Que también fue y es semejante la preexistencia del patriarcado, esa especie de caldo de cultivo ideológico del capitalismo.
Alina siempre tuvo claro que el Movimiento de Liberación de Kurdistán no lucha por construir un Estado-nación kurdo. Desde el KCK (Confederación de los Pueblos de Kurdistán) se ha construido desde la práctica una propuesta política propia.
Se trata del Confederalismo Democrático, con base en una cultura comunitaria, ecuménica, democratica, ecológica y antipatriarcal, que plantea una convivencia plural muy similar a la que siempre ha existido en esta región, donde han coexistido asirios, kurdos, armenios y árabes, entre otros. El Confederalismo Democrático propone la autonomía, la soberanía y la articulación entre los diferentes cantones para “un buen vivir”, mediante mecanismos de participación directa constituidos por asambleas.
Dentro del PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán), el movimiento de mujeres sistematizó también una propuesta fundamental dentro de esta alternativa. “Jineolojî” es una epistemología para la liberación construida desde la academia y la praxis, que se ha consolidado como una respuesta a la ciencia positivista, hegemónica y patriarcal, y que tiene como objetivo principal la recuperación de la historia desde la perspectiva de las mujeres, y de los saberes y prácticas que han sido invisibilizadas por no ser funcionales al sistema capitalista.
Para las mujeres del movimiento, además de ser fundamental en su formación, ésta ha sido una ruta de reconstrucción de su ser. Las asambleas de mujeres no solo intentan solucionar problemáticas cotidianas sino que además reflexionan, colectivamente, sobre las características de un poder de muerte al que oponen su consigna de que “la resistencia es vida”.
Son estas mismas mujeres, históricamente protagonistas, las principales guardianas de los valores comunitarios y ancestrales de Kurdistán. Guardianas del territorio kurdo y también de la Mesopotamia, cuentan con una historia de lucha contra los sucesivos imperios de turno que las ha encontrado en las primeras líneas de batalla. Artífices de una sociedad libre que solo ha de construirse desde una identidad de mujeres libres, con quiénes han sido y son el último eslabón de las relaciones de opresión.
Alina, una vez graduada como médica general en Cuba, viajó en cuanto pudo a la región liberada del gran Kurdistán, al norte de Siria, donde se dedicó enteramente a la reconstrucción del sistema de salud y a la formación de profesionales de un área que había quedado en ruinas. Como había sucedido con la propia ciudad de Kobane, después de los ataques paramilitares de ISIS, impulsados por Turquía. Hoy uno de los principales hospitales de la región lleva el nombre de Lêgerîn Çiya.
El internacionalismo, tal y como lo practicó Alina Sánchez, trasciende la existencia de las naciones. Es la solidaridad, la ternura entre los pueblos, la convergencia de nuestra historia en un mismo río, el de un cauce debilitado pero ininterrumpido.
Alina fue un eslabón que continuó y profundizó el vínculo entre las tierras latinoamericanas y caribeñas de Abya Yala y aquellas de Kurdistán. Vínculo que ya el escritor y documentalista Alejandro Haddad había iniciado. Vínculo que también habían reforzado las Madres de Plaza de Mayo en su encuentro con las Madres de los Sábados en el Kurdistán turco. La “razón de sus dolores” se abraza desde siempre. Y hoy en día, ese abrazo, como el de Alina Sánchez, Lêgerîn Çiya, no entiende de fronteras.
FUENTE: Emilia Martínez y Adriana Correal / Notas – Periodismo Popular