Despotismo, ciencia, arte

Día 200 de la guerra en Ucrania. La Suprema Corte de Turquía amenaza con la cárcel perpetua a la socióloga Pinar Selek, al final de veinticuatro años de batallas judiciales. En 1998, era estudiante de la universidad de Estambul, que trabajaba sobre la situación de las minorías en Turquía; fue arrestada, torturada y condenada; pasó dos años en la cárcel y todo por haberse negado a dar los nombres de los militantes kurdos que había entrevistado en el marco de su investigación. Oficialmente, el motivo de la condena fue haber perpetrado un atentado en un mercado de Estambul, acusación falsa, puesto que la explosión se debió a una fuga de gas y que el único testigo se desdijo declarando que había mentido bajo tortura. Entre 2006 y 2014, ella fue declarada inocente en los cuatro procesos que le hizo el poder. Refugiada en Francia, defendió su tesis de doctorado en la universidad de Estrasburgo y ahora trabaja como investigadora-docente en la Universidad Costa Azul (UCA) sobre el gran tema de las migraciones. En 2017 le fue otorgada la nacionalidad francesa. Sin embargo, el despotismo no olvida: la Suprema Corte canceló, el 21 de junio, el veredicto del tribunal que la declaraba, una vez más, inocente. Veinte años de persecución.

Un grupo de universitarios franceses, entre los cuales Etienne Balibar, tomó su defensa en un manifiesto publicado el 13 de julio: “Como pasa muchas veces en los procesos políticos en los regímenes autoritarios, los procesos se apoyaron sobre motivos de inculpación que no tienen ningún elemento serio. El empecinamiento judicial del cual es víctima Pinar Selek es un acto de intimidación política. Al condenar a la socióloga, el juez turco ataca la independencia de la investigación en ciencias sociales. Como Fariba Adelkhah, Pinar Selek es una figura emblemática de la represión sufrida hacia los investigadores cuyos trabajos molestan”.  Los autores del texto piden a las autoridades francesas y europeas hacer lo necesario para que se respeten los derechos de Pinar Selek y la independencia de la investigación, en cualquier país que se haga.

Orhan Pamuk, el Nobel de Literatura, sigue con problemas judiciales. La Fiscalía de Estambul abrió una investigación contra él por su último libro Verba Geceleri (Las noches, la peste) por supuestas ofensas contra “el Padre de los turcos”. Pamuk, en primera instancia, convenció al juez que no era el caso, puesto que Mustafa Kemal Atatürk no aparecía en su libro. Pero, en segunda instancia, un juez decidió que el héroe de la novela bien podría ser Atatürk y que algunas frases podían ser calificadas de insultos. Pamuk, por lo tanto, deberá enfrentar a la justicia. Recomiendo la lectura de la entrevista al gran escritor, realizada por Hugo Alfredo Hinojosa, en Confabulario del 3 de julio. Da el contexto que permite entender porque el escritor Ahmet Altan, premio Femina (Paris) 2021, pasó cinco años en la cárcel (2016-2021), acusado de haber “difundido mensajes subliminales” en televisión, en vísperas del putsch fallido de julio 2016. Los jueces no se dan abasto para castigar intelectuales, escritores, periodistas, caricaturistas, cineastas. Hinojosa concluye que, “Orhan Pamuk espera todos los días su entrada en prisión, como sus colegas, por la libertad absoluta que tiene su pluma”.

El no menos despótico gobierno iraní, enemigo del turco, acaba de encerrar, de nuevo, a tres cineastas: Mohammed Rasulof, Mostafa Al-Ahmad y Jafar Panahi. Los dos primeros fueron arrestados por “activismo contrarrevolucionario”, el tercero por haberse presentado en la cárcel para saber porque sus colegas habían sido encerrados. Hace años, las autoridades practican ese juego con los creadores que se niegan a alinearse. Panahi ganó el León de Oro en Venecia; Rasulof, el Oso de Oro en Berlín. Todos habían sido víctimas, anteriormente, de breves arrestos arbitrarios, prohibición de salir del país, represión fiscal. Están amenazados de ver aplicadas las condenas a varios años de prisión, hasta ahora suspendidas. Frente a la amplia solidaridad internacional que se manifestó, el gobierno contestó con el interrogatorio amenazador de muchos directores, guionistas, actores. Todo el medio del cine sufre una presión que nunca había sido tan fuerte. 

FUENTE: Jean Meyer (Historiador en el CIDE) / El Universal

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