El Covid-19 profundiza la situación crítica de los kurdos en Turquía e Irán

El pueblo kurdo, que asciende a unos 40 millones de personas en Turquía, Irán, Irak y Siria, es diverso en idioma, cultura, religión y política. Sin embargo, están unidos por la experiencia de sufrir una exclusión y opresión sistemática en sus respectivos países. La crisis del Covid-19 está ampliando aún más esta tendencia de larga data, y destacando la necesidad de una acción internacional contra las violaciones atroces de los derechos y libertades de los kurdos.

En la República Islámica de Irán, que tiene una población kurda de aproximadamente ocho millones, la comunidad nunca ha disfrutado plenamente de los derechos otorgados a la mayoría persa del país. En teoría, la Constitución de Irán garantiza la protección de los derechos e idiomas de las minorías. En la práctica, sin embargo, las comunidades minoritarias de Irán, a pesar de que comprenden casi la mitad de la población, enfrentan un trato discriminatorio y, a menudo, brutal a manos del régimen. Esto es especialmente cierto para los kurdos de Irán, ya que Teherán cree que tienen sentimientos separatistas y son insuficientemente leales al régimen. En lugar de codificar leyes explícitas contra los kurdos, como ha sucedido anteriormente en Turquía, Siria y el Irak anterior a 2003, el régimen se dedica a la represión extrajudicial y arbitraria de la población kurda.

Esta represión ha aumentado en los últimos años. En 2015, estallaron disturbios en la ciudad de Mahabad después de que un miembro persa del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) violó y asesinó a una mujer kurda. La policía mató a seis manifestantes y el régimen, posteriormente, ejecutó a 84 kurdos acusados ​​de apoyar las protestas. Luego, durante las protestas contra el régimen de Irán, en noviembre de 2019, las fuerzas estatales atacaron desproporcionadamente a los manifestantes kurdos. Según algunos informes, los kurdos constituían la mayoría de los 1.500 iraníes asesinados en medio de la represión del régimen. Además, los kurdos encarcelados están sujetos a castigos desproporcionados. Un estudio realizado por la Organización de Derechos Humanos de Hengaw señaló que los kurdos iraníes representaron el 28 por ciento de los sujetos condenados a la pena de muerte por el régimen iraní en 2018. En consecuencia, los kurdos iraníes representaron el 10 por ciento de las ejecuciones totales en todo el mundo ese año.

Por lo tanto, no debería sorprendernos que los kurdos-iraníes tengan la tasa de mortalidad más alta en un país que ya está devastado por la pandemia. Según lo informado por el medio de noticias iraquí-kurdo Rudaw, la tasa de mortalidad por el Covid-19 en la provincia de Kurdistán de Irán es del 12,62 por ciento. Esta es la tasa más alta en el país y casi duplica el promedio de 6,8 por ciento para el resto de las provincias. Esta discrepancia se debe, en parte, al grave estado de la infraestructura sanitaria en las provincias de mayoría kurda de Irán. El académico Ramin Jabbarli y la asesora principal del FDD, Brenda Shaffer, estiman que las provincias kurdas de Irán tienen un promedio de solo 143 camas de hospital por cada 100.000 personas, mientras que las provincias de mayoría persa tienen un promedio de más de 200.

La comunidad kurda de Turquía, que con 15 millones representa casi el 20 por ciento del país, ha experimentado la opresión sistemática de una manera diferente. Los kurdos-turcos han luchado por el reconocimiento oficial de sus derechos culturales y políticos desde la fundación de la República turca, en 1923. En la década de 1980, la situación se volvió tan insostenible que generó el surgimiento del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) y su insurgencia armada contra el Estado turco. El conflicto posterior, desde entonces, ha cobrado más de 40.000 vidas.

Si bien Turquía eliminó gran parte de su legislación anti-kurda, en un esfuerzo por unirse a la Unión Europea (UE) en la década de 2000, el presidente Recep Tayyip Erdogan ha rechazado muchas de esas reformas. Ha encarcelado a decenas de funcionarios kurdos elegidos, lo que ha llevado a muchos kurdos a creer que la participación política genuina no es posible en Turquía. Es probable que la estrategia del presidente turco de restringir el espacio democrático aumente el apoyo al PKK y de otros grupos militantes.

Si bien la crisis del Covid-19 en Turquía no ha afectado a los kurdos de manera tan desproporcionada como en Irán, el gobierno ha utilizado la pandemia para distraer de una gran represión contra miembros del Partido Democrático de los Pueblos (HDP), liderado por los kurdos. Aunque Erdogan tiene antecedentes de atacar a políticos de HDP, sus acciones en los últimos dos meses no han tenido precedentes. Ha incrementado su remoción de alcaldes de HDP: 45 de los 69 alcaldes en la región de mayoría kurda del sudeste de Turquía, que fueron elegidos en las elecciones municipales de 2019, han sido removidos. Las justificaciones sin fundamento juegan con los viejos estereotipos kurdos de la región, como “pertenecer a una organización terrorista” y “hacer propaganda para una organización terrorista”.

El silencio de la comunidad internacional con respecto a la opresión de los kurdos por parte de Ankara y Teherán no debe continuar. El poder kurdo por sí solo es limitado. Los kurdos no tienen una representación independiente en las Naciones Unidas en la cual puedan afirmarse. Con la excepción de la región autónoma (aún no reconocida internacionalmente) del Kurdistán iraquí, no tienen una entidad política propia, donde puedan estar libres de discriminación étnica y represión. Por lo tanto, cuando Turquía e Irán someten a sus ciudadanos kurdos a la brutalidad y la negligencia, Washington y sus aliados deben enfrentar una fuerte y consistente condena. Las sanciones globales deberían emplearse para advertir a los funcionarios turcos e iraníes que abusan de las minorías kurdas y de que sus acciones tendrán consecuencias. En lugar de seguir lamentando el sufrimiento de los kurdos, la comunidad internacional debería tomar medidas concretas para proteger a una de las comunidades más vulnerables del mundo.

FUENTE: Philp Kowalski / Geopolitical Monitor / Traducción y edición: Kurdistán América Latina