La rebelión en el Kurdistán turco y la represión estatal: la esperanza y las dudas

Lucrecia Fernandez y Pablo Mestrovic/periodistas

En las últimas semanas, varias ciudades del Kurdistán turco, entre ellas Nusaybin, Silopi y Cizre, así como el barrio de Sur en la ciudad de Diyarbakir, se han convertido nuevamente en un foco de resistencia y defensa del autogobierno que sostienen y contra la represión del Estado turco ejerce sobre ellas.

Después del asesinato del abogado y luchador por los derechos humanos Tahir Elci, el gobierno de la provincia de Diyarbakir (Amed en kurdo), estableció un toque de queda y bloqueo sobre el distrito de Sur, que corresponde a la zona antigua de la ciudad de Diyarbakir, capital de la provincia. El 2 de diciembre, se realizó en la plaza Dabgapi una manifestación convocada por la sección provincial del DBP (Partido Democrático de las Regiones), para repudiar el bloqueo del distrito de Sur. La manifestación fue reprimida por la policía con el resultado de una mujer muerta y un joven herido. El 4 de diciembre se realizó una movilización hacia la sede del gobierno provincial para reclamar el fin del bloqueo sobre Sur. Las fuerzas policiales comenzaron a bloquear calles en los barrios de Koyusolu y Ofis, fuera del distrito de Sur.

El 5 de diciembre, la sección provincial del DBP informó que desde el comienzo del bloqueo ha habido 25 heridos, particularmente, a consecuencia de ametrallamientos y bombardeos desde helicópteros y una severa escasez de alimentos y medicamentos en el distrito sitiado. Asimismo, las fuerzas policiales turcas efectuaron ataques con lanzagranadas produciendo daños considerables en varios edificios de valor histórico, particularmente la mezquita de Kursunlu.  El 8 de diciembre una nueva manifestación convocada por el DBP para protestar contra el bloqueo sobre Sur fue reprimida por la policía con gas lacrimógeno y camiones hidrante en el barrio de Koyusolu, en el centro de Diyarbakir. En respuesta, los manifestantes instalaron barricadas en las calles de los barrios de Koyusolu y Ofis, en el centro de la ciudad. El 14 de diciembre el DBP y el HDP (Partido Democrático de los Pueblos) convocaron a una huelga general y movilización hacia el distrito de Sur. En la marcha participó la co-presidente del HDP Figen Yüksekdag. Las fuerzas policiales instalaron vallas para impedir que la marcha llegará a Sur, pero los manifestantes las derribaron y continuó la represión policial. Las confrontaciones se extendieron a los barrios de Sezitlir y Cezaevi, en el distrito de Baglar y de Vilayet y Ofis en el distrito de Yenisehir, ambos contiguos al de Sur. La policía allanó varias viviendas y efectuó detenciones y los manifestantes instalaron barricadas en las calles. Dos jóvenes que participaban en las protestas fueron muertos por la policía. A partir del anochecer, a las fuerzas policiales les resulto imposible entrar en los barrios en que se desarrollaban las protestas y comenzaron a disparar gases lacrimógenos al azar.

El 14 de diciembre las localidades de Silopi y Cizre, en la provincia de Sirnak, junto a la frontera turco-siria, fueron sometidas a bloqueo y las autoridades indicaron a los docentes de escuelas publicas que abandonaran la zona, ya que se iba a iniciar una operación para combatir a la “Organización Terrorista Separatista”, el término que el gobierno de Turquía utiliza para referirse al PKK. La dura situacion que atraviesa esta region ya viene profundizandose desde todo el mes de noviembre, cuando las fuerzas de seguridad turcas habían matado al menos a tres jóvenes en la ciudad de Silopi. Uno de los muertos, el 12 de noviembre, fue consecuencia de un ataque con lanzagranadas de la Gendarmería (policía rural militarizada) contra el primer piso de una vivienda.

El 30 de noviembre, la ciudad de Nusaybin, en la provincia de Mardin, fue sometida a bloqueo por cuarta vez desde el mes de agosto. El bloqueo fue levantado posteriormente y reimplantado el 7 de diciembre con el resultado de 3 habitantes de la Nusaybin muertos y 4 heridos y 12 soldados y policías heridos. Entre el 7 y el 8 de diciembre la cantidad de habitantes de Nusaybin heridos alcanzo a 5, los cadáveres fueron retenidos en la morgue del hospital de Mardin, la capital provincial.

El 24 de noviembre fue impuesto un nuevo bloqueo en la ciudad de Cizre. Durante las dos semanas subsiguientes la represión policial produjo tres muertes.

El 15 de diciembre las HPG (Fuerzas de Protección Popular), el brazo militar del PKK, atacaron un convoy de vehículos blindados de las fuerzas de operaciones especiales turcas en el distrito de Silvan, de la provincia de Diyarbakir, como represalia por la represión en el distrito de Sur. El ataque produjo la muerte de 6 policias, entre ellos el nuevo comandante de las fuerzas de operaciones especiales. El 16 de diciembre por la noche las fuerzas de operaciones especiales comenzaron a disparar balas de plomo contra los manifestantes, a causa de lo cual un joven resulto gravemente herido. A esto se le agrega que el 15 de diciembre fuerzas del ejercito turco ingresaron en las ciudades de Silopi y Cizre, 10000 soldados aproximadamente con tanques para dos pequeñas ciudades, dando cuenta de la des proporcionalidad con que se encuentra la sociedad civil en su lucha por la defensa de su decisión de autogobierno. Representantes del Partido Democrático de los Pueblos HDP, denuncian que se trata de “una verdadera limpieza étnica que todos deberíamos denunciar”.

Los hechos mencionados nos permiten definir el siguiente panorama. Las ciudades que se declararon en autogobierno a partir del mes de agosto, continúan siendo objeto de la represión de las fuerzas de seguridad turcas, cada vez con mas intensidad. La manera en que el gobierno turco de Erdogan ataca a estas localidades, pueden dar una idea del brutal énfasis que el estado turco viene poniendo en la erradicación de estos movimientos que defienden el autogobierno. Las “fuerzas de operaciones especiales” de la policía turca están equipadas con armamento propiamente militar y entrenadas en la guerra contrainsurgente. Algo similar ocurre con la Gendarmeria, que es una fuerza policial para las áreas rurales al estilo de su homónima francesa pero tiene un grado de militarización mas acentuado. Por otra parte, por primera vez el levantamiento se extendió en forma generalizada a la ciudad de Diyarbakir, la “capital” del Kurdistan turco. Y es por este motivo que el Estado turco ha iniciado una política de expulsión de la población kurda de las ciudades sublevadas muy similar a la que desarrollo en los años ’90 en las zonas rurales en que operaba el PKK. Esta política contrainsurgente llevada al conjunto del territorio de Kurdistan turco puede desembocar en un auténtico genocidio, dado que seria la única forma de acabar definitivamente con el movimiento de liberación nacional. Más allá del pretendido combate contra las fuerzas del PKK, completamente ausentes en términos militares en el ámbito urbano del Kurdistán turco, el objetivo de la actual campaña de represión parece ser conducir a la población de las ciudades sitiadas a una situación de catástrofe sanitaria y social (escasez de alimentos y otros productos de primera necesidad, falta de acceso a atención médica), que la obligue a abandonar el territorio histórico kurdo, situación que ya ocurrió con el campesinado en las “zonas de emergencia” en los años ’90.

La respuesta del pueblo kurdo muestra, sin embargo, una creciente decisión de enfrentar la represión estatal y de defender su autodeterminación como pueblo. Las mujeres del distrito de Sur, en Diyarbakir, conformaron una organización de autodefensa denominada YPJ-S (Unidades de Protección de las Mujeres de Sur), inspirada en la milicia femenina de Rojava. Sin embargo, la diferencia fundamental entre el movimiento de autogobiernos en el Kurdistan turco y los cantones de Rojava es la ausencia de una auténtica fuerza militar para defender el proceso. Las Asambleas Populares y demás organismos de poder popular siguen funcionando a pesar de la represión del Estado turco (por ejemplo, en la ciudad de Cizre se conformaron mas de 140 comunas, siguiendo el modelo de Rojava), pero el Estado turco no ha perdido todavía el control de las localidades sitiadas (la única excepción y eso sólo en términos relativos, parece ser la ciudad de Silvan en que las fuerzas militares turcas no han vuelto a ingresar desde su repliegue del mes de noviembre). Esto se debe atribuir principalmente, en contra de lo que sostienen a coro desde el gobierno de Erdogan y los medios de comunicación hegemónicos de Turquía, a que el PKK no parece haber decidido intervenir para sostener militarmente los autogobiernos. Puede haber para ello razones militares, por ejemplo, que las localidades sitiadas están muy alejadas de la “zonas de defensa”, como denomina el PKK a sus bases de operaciones en la cuádruple frontera entre Turquía, Siria, Irán e Iraq. Pero la ciudad de Cizre está situada junto a la frontera siria y sería perfectamente factible la intervención de la organización armada kurda para sostener el autogobierno, ya que por ejemplo, durante los primeros meses de las rebeliones de autogobiernos, las fuerzas de autodefensa de Cizre consiguieron armas de fuego livianas, presumiblemente provenientes del PKK. En resumen, la rebelión en el Kurdistán turco muestra lo que puede lograr la autoorganización popular, pero al mismo tiempo las limitaciones que experimenta cualquier movimiento insurreccional que se encuentra en desventaja en términos militares. De todos modos, la política del Estado turco de limpieza étnica extendida incluso a la ciudad de Diyarbakir, la “capital” del Kurdistán turco, demuestra la importancia de la rebelión popular kurda y la posibilidad de una victoria del movimiento a pesar del presente escenario de terror y masacre.