En el otoño de 2014, la fotógrafa Jodi Hilton visitó los campos de refugiados sirios en Turquía, al otro lado de la frontera con Kobane, ciudad de Rojava (Kurdistán sirio). Allí, se encontró con mujeres que mostraban una forma de arte que se desvanecía: tatuajes faciales, llamados “deq” en kurdo.
En 2015, National Geographicpublicó una entrevista a Hilton, además de varias de las fotografías que había tomado a mujeres con sus caras y manos marcadas con deqs.
En la entrevista, Hilton contó: “Durante mucho tiempo me han fascinado los tatuajes faciales regionales, llamados deq. Los había visto en Turquía entre árabes y kurdos, especialmente en la provincia de Urfa, pero no fue hasta el conflicto en Kobane que me di cuenta de que la tradición se extendía naturalmente a través de la frontera con Siria. En ambos lados de la frontera, las personas están conectadas por el idioma, la tribu y la identidad étnica, por lo que tiene sentido que también compartan otros atributos culturales”.
“Los tatuajes están hechos de hollín y leche materna y, a veces, líquido de la vesícula biliar de una oveja o una cabra –explicó la fotógrafa-. El diseño se dibuja sobre la piel y luego se realizan una serie de pequeños pinchazos con una aguja de coser. Después, la mezcla se extiende sobre el diseño, que forma costras y queda el tatuaje. La mayoría se realiza entre los ocho y los doce años. Una mujer incluso se tatuó sus propios senos, rodeando los pezones con una delgada línea redonda”.
A continuación presentamos algunas de las fotografías tomadas por Jodi Hilton:
FUENTE: National Geographic / Edición: Kurdistán América Latina
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