Los oscuros secretos del embajador turco en París

Tras cuatro años a la cabeza de la embajada de la República de Turquía en Francia, Isamil Hakki Musa regresa a su país, llevando en su equipaje los oscuros informes de los servicios secretos turcos en territorio europeo. El pasado viernes por la tarde hizo oficial su salida -efectiva ayer (por el 13 de marzo)-, con una carta difundida por el Twitter de la embajada. Protegido por su inmunidad diplomática, este antiguo director adjunto del MIT -la organización nacional de la inteligencia turca-, enviado a París en 2016, nunca ha sido molestado por las autoridades francesas.

El diputado (PCF) Jean-Paul Lecoq le había interpelado en 2018 en el curso de un encuentro de la comisión de asuntos exteriores: “Ustedes han procedido con miles de detenciones de intelectuales, periodistas, opositores, y les han perseguido con sus servicios secretos hasta en Europa, incluso en Francia, donde amigos kurdos han sido asesinados”. En un francés perfecto, el interesado se mostró indignado, considerando que había “un aspecto inadmisible en esa pregunta”.

Un documento de la justicia belga, que ha permanecido confidencial hasta hoy, revela que esta “pregunta” era bastante relevante. Arroja una luz detallada sobre el espionaje y las acciones de las células turcas contra los opositores kurdos exiliados y cuestiona el papel que podría haber desempeñado Ismail Hakki Musa. También reaviva las fuertes sospechas sobre la implicación de los servicios de Ankara en el asesinato de tres activistas kurdas cerca de la Gare du Nord de París, en 2013.

En la mira de Ankara

El 4 de octubre de 2017, el juez de instrucción belga Patrick De Coster envió una proposición de investigación europea a la fiscalía francesa para solicitar su cooperación. En ese momento, el magistrado temía “un ataque potencialmente inminente contra los principales políticos kurdos en Bélgica”. Un comando turco se movía entre Bélgica y Francia, decía la nota de 24 páginas. El contexto era grave: la guerra entre Ankara y el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), guerrilla kurda incluida en la lista de organizaciones terroristas por la Unión Europea, se ha cobrado al menos 40.000 vidas en 40 años. El conflicto se desarrolla en las fronteras de Turquía, Siria, Irak e Irán, pero también tiene lugar en el corazón de Europa, donde los kurdos y los militantes del PKK han encontrado refugio. Bruselas es un lugar estratégico. El Congreso Popular del Kurdistán, brazo político de la guerrilla, tiene allí su sede.

Cuatro meses antes, el 14 de junio, la policía belga controló un Mercedes Clase E negro, que había sido visto en los alrededores del edificio que alberga al Congreso Popular del Kurdistán. A bordo iban tres hombres: Zekeriya Çelikbilek, que “se dice que es un ex militar”, tiene nacionalidad francesa y vive en Argenteuil (Val-d’Oise) desde hace seis o siete meses, según la solicitud de entrada belga -el coche está registrado en Francia a su nombre-; Yakup Koç, que “presentó una tarjeta de policía turca” durante el control; y Haci Akkulak, un kurdo de origen modesto que vive en Bélgica.

Este último, precisa el juez De Coster, fue abordado por los dos primeros, en busca de un esbirro dispuesto a unirse a la lucha de Ankara contra el PKK. Primero le pidieron que recopilara información sobre los responsables políticos kurdos de Turquía en el punto de mira de Ankara desde hacía tiempo y refugiados en Bruselas. Se trata de Zübeyir Aydar, la presidenta del Congreso Popular del Kurdistán, y de Remzi Kartal, su copresidente. “Enseguida Yakup Koç pregunta a Haci Akkulak si puede hacerse con armas para liquidar a las personas mencionadas”. Precisa la proposición de investigación europea, en la que el nombre del diplomático desplazado en París (quien no ha respondido a las peticiones del JDD*) es citado directamente en diversos momentos: “La coordinación de sus acciones habría está garantizada por Ismail Hakki Musa, el embajador actual de Turquía en Francia”.

El 16 de junio, es decir dos días después del control del Mercedes, la amenaza se precisa. “Cuatro individuos habrían venido a Bélgica, donde habrían alquilado un apartamento”. Uno de ellos sería “un tirador de élite”. Los días siguientes, se habrían alojado en París en compañía de Yakup Koç y Zekeriya Çelikbilek. Cuando se dieron cuenta de este movimiento transfronterizo, “los policías de la DGSI se dirigieron a Bélgica, y cundió el pánico.”, recuerda una fuente próxima al informe.

En este equipo clandestino, Zekeriya Çelikbilek llama la atención. Con él, se perfila una parte de la cartografía de las acciones de los servicios secretos turcos en Europa. Pues su nombre no está ligado tan solo a esta operación belga; según el documento de la Judicatura, este hombre, que “mantendría un lazo con Ismail Hakki Musa”, ha asegurado a Haci Akkulak “en el transcurso de una entrevista privada que había jugado un papel en el asesinato de las mujeres kurdas (en París)”.

Antoine Comte, abogado de las familias de las activistas asesinadas, dice afligido: “Tras una acusación como ésta, parece que el embajador de Turquía en Francia debería, al menos, haber sido convocado al Quai d’Orsay, incluso haber sido enviado a su país. Esto demuestra la pusilanimidad de las autoridades francesas en este asunto”.

Las conexiones de Ömer Güney

“Este asunto” se inició en la noche del 9 al 10 de enero de 2013, cuando los cuerpos de tres activistas kurdas son descubiertos en un pequeño apartamento del número 147 de la calle La Fayette, en París. Unas horas antes, habían sido asesinadas por varios disparos en la cabeza. Asimismo, una bala había sido disparada dentro de la boca de Fidan Dogan. Conocida como “la diplomática”, esta joven de 30 años estaba encargada de la comunicación política del PKK; en base a este cargo, se había reunido incluso con François Hollande. Leyla Seylemez, de 25 años, con una carrera escolar brillante en Alemania, realizaba sus funciones en el marco del movimiento juvenil del PKK. Finalmente, Sakine Cansiz, de 54 años, era una de las fundadoras del PKK y muy cercana a Abdullah Öcalan, el jefe de la guerrilla. Encarcelada durante doce años y torturada en la prisión turca de Diyarbakir en la década de 1980, era ya una leyenda por la resistencia a lo largo de su vida. Francia le había concedido asilo político.

Se establece inmediatamente el móvil político del triple crimen: el asesinato se produce en plenas negociaciones de paz entre Ankara y la guerrilla kurda. Es al fiel entre los fieles, Hakan Fidan, a quien Recep Tayyip Erdogan, entonces Primer Ministro, ha confiado las conversaciones con Abdullah Öcalan. A finales de otoño, el jefe del MIT se desplaza en secreto a la isla de Imrali, en el mar de Mármara, donde el líder kurdo está encarcelado a perpetuidad.

Las ejecuciones de la calle La Fayette se cometen con una pistola automática. Diez balas. Ninguna ha fallado su objetivo. Enseguida, la investigación francesa se cierra alrededor de un individuo, Ömer Güney, que servía como conductor de Sakine Cansiz el día del crimen. Es la última persona que la vio con vida. Los elementos materiales y sus mentiras lo acaban abrumando. El sospechoso, nacido en Anatolia en 1982, frecuentaba la comunidad kurda de Ile-de-France desde hacía unos meses, buscando sus orígenes kurdos de los que, según decía, su familia había renegado. En realidad, se trataba de un ultranacionalista turco. Antes de unirse a la causa kurda, portaba un fino bigote, como colmillos que bajaban a ambos lados de la boca, tal como se muestra en su pasaporte. Es el signo de pertenencia a los Lobos Grises, la milicia de extrema derecha turca, para quien cada kurdo es un terrorista.

¿Quiénes son los patrocinadores? El mes anterior al asesinato, Ömer Güney viajó en secreto a Turquía en varias ocasiones. El informe judicial turco contiene sus billetes de avión, así como capturas de las pantallas de videovigilancia del aeropuerto Atatürk, en Estambul. Su silueta es reconocible. A lo largo de la instrucción, nunca precisó el objeto de sus viajes.

Un año después del asesinato, en enero de 2014, sus numerosas conexiones con el MIT aparecen cada vez más claras. Encarcelado en el centro de detención de Fresnes, Ömer Güney ha tratado de promover un plan de evasión en la sede del MIT, en Ankara, por medio de uno de sus agentes que le visitó allí. El mismo mes, una “nota informativa” atribuida al MIT y clasificada gizli (“secreta”) es enviada a los medios turcos. A dos individuos, con los nombres en código “El legionario” y “La fuente”, se les encarga la misión de ejecutar a Sakine Cansiz y otros “objetivos de la organización en Europa”. El perfil de “La fuente” y el de Güney son extremadamente parecidos.

Durante el mismo período, se difunde una grabación en Internet. Se trata de una conversación en turco entre tres hombres. La policía científica francesa ha autentificado una de las voces como la de Ömer Güney con casi absoluta certeza. En ella, detalla a otros dos hombres cómo va a encargarse de eliminar a cuatro altos responsables del PKK en Europa. El número 4 “no hay que perderlo”, comenta el hombre al que Güney se dirige con deferencia. Este número 4, que se desplaza “en vehículo protegido” y a quien promete atacar en cuanto tenga “la oportunidad”, es Remzi Kartal. Uno de los “políticos kurdos” contra los que el juez de instrucción belga De Coster teme un atentado.

Remzi Kartal es perseguido implacablemente. El copresidente del Congreso Popular del Kurdistán es un actor clave en el conflicto turco-kurdo. Este antiguo diputado de Turquía, dentista de formación, era uno de los negociadores en las conversaciones secretas con las autoridades turcas en Oslo, de 2009 a 2011.

En 2016, presentó una denuncia tras recibir amenazas de muerte enviadas a partir de un número de teléfono ucraniano: “Es cuestión de suerte que aún sigas con vida”, “Nos aseguraremos de que te mate la gente que tienes cerca”, “Una casualidad que Sakine haya sido suprimida y que tú hayas podido escapar”. Siempre la conexión con las asesinadas de la calle La Fayette 147. Remzi Kartal vive desde hace años como si un equipo de criminales pudiera aparecer en cualquier instante.

El proceso de Ömer Güney habría podido permitir sabes más sobre los métodos del MIT. Tenía que haberse celebrado en enero de 2017 en el tribunal de justicia de París por “asesinatos en relación con una organización terrorista (cometidos) a petición de individuos que se encontraban en Turquía, posiblemente relacionados con los servicios de inteligencia turcos”; peo jamás ha tenido lugar: el sospechoso, enfermo de un tumor cerebral, murió en el hospital de la Pitié-Salpètrière el 17 de diciembre de 2016.

Declaraciones rotundas

El embajador de Turquía habría tenido amplia oportunidad de escuchar lo que el sospechoso iba a decir en el estrado. Ismail Hakki Musa venía de ocupar su puesto en París, regresando a un país que conocía bien. Realizó sus estudios en los años 1980, con una tesis sobre las instituciones de la Unión Europea en la Universidad de Nancy 2, y fue cónsul general en Lyon de 2007 a 2009.

En cualquier caso, la muerte de Ömer Güney arregló la situación entre las dos capitales. El día en que se descubrieron los cadáveres, Manuel Valls, entonces ministro del Interior, se personó en la calle La Fayette. Ante el edificio, denunció un crimen “absolutamente inaceptable” e insistió en “la determinación de las autoridades francesas de esclarecer este acto”. Once días más tarde, se reunía discretamente con el embajador turco del momento y compartía su voluntad de “mejorar las relaciones con Turquía”, según las declaraciones sobre la entrevista expresadas por el diplomático. El escándalo de un crimen político en suelo francés no habrá pesado demasiado sobre los intereses expresados de ambos países. Después, la indispensable cooperación de Ankara en la lucha de Francia contra el yihadismo no ha hecho más que reforzar la decisión de arrinconar el informe.

Así pues, Ismail Hakki Musa es un interlocutor de primera mano sobre el asunto. En el momento en que Sakine Cansiz, Fidan Dogan y Leyla Saylemez era asesinadas, él era director adjunto del MIT (entre 2012 y 2016), encargado de la inteligencia en el exterior. ¿Qué sabía de esta operación de eliminación? Dos responsables del MIT capturados en Irak por el PKK en 2017 han descrito con precisión la cadena de decisión remontándola hasta lo más alto de la institución. Testimonios de testigos, con las debidas precauciones, pero que señalan a los interlocutores a los que Güney explicaba sus preparativos de ejecución como a sus superiores jerárquicos: “Este tipo de asesinato es muy crítico. Exige la decisión de los oficiales de alto rango, y pocos miembros están informados (…) El informe debe remontar hasta el director. Incluso el director debe preguntar al presidente”. El MIT está bajo la responsabilidad directa de Recep Tayyip Erdogan.

El mes pasado, Ismail Hakki Pekin, antiguo jede de la inteligencia militar turca, ha hecho declaraciones rotundas en una emisión política en el canal CNN Türk. Ha llamado a reforzar la estrategia contra el PKK ocupándose igualmente de sus “elementos” en Europa, como “ya se había hecho en París”.

La determinación de Ankara de perseguir a sus enemigos en el exilio parece reforzarse año tras año. En Alemania, en 2018, un agente turco fue condenado por espionaje y un futbolista kurdo escapó de una tentativa de asesinato mientras circulaba por una autopista. En el mes de septiembre de 2020, en Viena, un hombre que afirmaba ser agente del MIT se ha presentado ante los servicios secretos austríacos en solicitud de protección. Declaró haber recibido la orden de asesinar a un ex diputado austríaco de origen kurdo, Berivan Aslan. Si no lo lograba, su lista incluía otros dos objetivos secundarios, dos antiguos diputados que habían documentado el activismo del MIT y sus redes de influencia en Austria.

Esta sucesión de nuevos elementos, alimenta una segunda queja de las familias de las tres activistas asesinadas en Paris, presentada en 2018. Pues si Ömer Güney está muerto, sus cómplices y patrocinadores no han sido identificados por la justicia. A petición de la fiscalía, se abrió en 2019 una investigación judicial contra X por “complicidad en los asesinatos en relación con una organización terrorista” y “asociación de malhechores terrorista dirigida a la preparación de crímenes”.

“En este asunto, todo el mundo entiende que el papel de los servicios secretos turcos es crucial: las partes civiles, los policías, el primer juez de instrucción, la fiscalía que acepta abrir una segunda investigación judicial, fulmina Antoine Comte. Pero el poder político se mantiene en silencio. Es inadmisible. Sobre todo, porque en la segunda petición hemos demostrado que hay agentes activos por toda Europa. Esta impunidad del MIT se debe únicamente a las autoridades políticas. Eso es lo escandaloso”.

Si lo desean, las autoridades francesas podrán discutirlo muy pronto con un observador experto. Salido del serrallo diplomático, Ali Önaner, el nuevo embajador que se apresta a suceder a Ismail Hakki Musa, forma parte de la misma promoción del ENA que Emmanuel Macron. El pasado septiembre, en un tuit, se dirigía al presidente francés como su “compañero de escuela”. En 2013, cuando Fidan Dogan, Leyla Saylemez y Sakine Cansiz fueron asesinadas, él era primer consejero de la embajada turca en París.

FUENTE: Laure Marchand / Le Journal Du Dimanche / Traducido por Rojava Azadi Madrid

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