Los cuatro días que tomó este evento en uno de los más céntricos enclaves de la ciudad de Bruselas estuvo lleno de entusiastas momentos en los que no solo la diversa comunidad kurda organizada en toda Bélgica tuvo la oportunidad de reunirse y celebrar su cultura mantenida gracias a su milenario espíritu de resistencia; sino que también fue una gran oportunidad para todas las culturas locales y emigradas en esta ciudad pudieran tener un intercambio jovial y significativo a partes iguales, cuyo fruto fueron la construcción de nuevos lazos de amistad. Una mayor visibilidad de la propia existencia y la actual resistencia en la que se sigue encontrando toda la comunidad kurda dentro y fuera de su territorio; y una profundización entre la solidaridad entre pueblos que, a través de la danza, la discusión y el intercambio de interminables historias, se entrelazaron una vez más.
La ciudad de Bruselas es hogar de múltiples instituciones estratégicas de la comunidad kurda, organizada a través del sistema de Confederalismo Democrático internacionalmente. Bélgica, a su vez, es país de refugio para decenas de miles de kurdas y kurdos provenientes de las cuatro zonas de Kurdistán, divididas por los estados invasores de Turquía, Irán, Iraq y Siria. Gran parte de estas familias y sujetos están profundamente organizados a lo largo de toda Bélgica, permitiéndoles así tener su sistema de representación local y regional dentro de la KCD – E (Agrupación de Sociedades Democráticas en Europa), el sistema paraguas del confederalismo democrático de la comunidad kurda que habita en Europa.
Después de meses de reuniones preparativas en las que los representantes de los consejos locales de cada ciudad de Bélgica repartieron tareas entre sí, y pusieron ideas y esfuerzos en común se planifico este evento de cuatro días, que tuvo lugar entre el 24 y el 27 de agosto de 2023. Toda una odisea logística en la que se involucraron mujeres, jóvenes y hombres de múltiples edades con gran entusiasmo y perseverancia. El objetivo del evento estaba claro: hacer una festividad que diera oportunidad a que toda Bélgica supiera quienes son los kurdos y que conozcan más de cerca la heroica resistencia en la que se encuentra su pueblo. De esa manera, todas las instituciones civiles y oficiales; los movimientos sociales y sindicatos; los espacios sociales alternativos y de pensamiento progresista fueron invitados a participar del evento.
El programa en sí mismo llamó mucho la atención, ya que además de los tan esperados artistas y grupos musicales kurdos, que no dejarían ni un metro cuadrado de la enorme plaza de España sin gente bailando al ritmo del folklore regional kurdo, actuaron también agrupaciones musicales de países como Chile, Cuba y México, así como un grupo folklórico flamanés local. Muy interesante y divertido fue ver cómo se entremezcló y fusionó el tan afamado Govend (baile tradicional kurdo) con la salsa y el merengue de América Latina.
Entre tanto, los niños disfrutaron en el parque inflable y las actividades y juegos programados para ellos, muchas veces criticando a los mayores, porque al parecer al empezar el día siempre se empezaban preparando todas las cosas de “los grandes”, y “los pequeños” se quedaban esperando impacientes. Un detalle tierno y cómico, pero cargado de gran simbolismo, ya que muchos de esos niños y niñas crecieron en un ambiente profundamente politizados, entre acciones de protesta, eventos conmemorativos y reuniones. Tras su crítica se encuentra la certeza de entenderse como un sujeto político consciente de su propia voluntad y su capacidad de intervenir y cambiar las condiciones dadas. Sentimos así una gran alegría al ver a toda la infancia que ha sido criada en valores democráticos y en el orgullo de formar parte de un pueblo milenario, relacionarse y entablar amistades con niños y niñas de otras comunidades y culturas.
El evento tuvo también la suerte de contar con un artista kurdo Mamostê Amelê, que con sus propias manos, unos cuantos kilos de hicopór y pintura, y la colaboración de cientos de familias que le cedieron artefactos, telares y prendas culturales tradicionales, organizó una exposición de distintas recreaciones de monumentos históricos de Mesopotamia, las culturas que las han habitado y las distintas religiones que han practicado. También habilitó una carpa tradicional de los grupos nómadas de las montañas de Kurdistán. Toda una experiencia inmersiva en la profundidad, complejidad y belleza de la herencia cultural Kurda.
Pudimos asistir también a la proyección de la película Dema Tîriyan Reşkan (La temporada de la mora), que cuenta la historia real de un guerrillero que después de caer herido se ve forzado a separarse de su unidad, y vive toda una odisea atravesando los territorios de las montañas del norte de Kurdistán bajo ocupación turca, por su cuenta. La historia se ambienta en el periodo que se conoce como la etapa ‘”de los levantamientos” en la historia del movimiento del liberación kurdo, en el que la lucha revolucionaria en Kurdistán se convirtió en un fenómeno de masas y encontró como respuesta por parte del Estado turco la quema sistemática de centenares de pueblos. Un momento histórico de gran resistencia que marcó para siempre la identidad luchadora del pueblo kurdo.
Quizás uno de los mayores inconvenientes durante el festival fue la lluvia, que fue uno de los asistentes más estables en los cuatro días del evento. Por eso, por momentos los demás asistentes nos refugiamos bajo las carpas instaladas alrededor de la plaza y aprovechamos los momentos de cercanía e intimidad para conocernos y entablar las más diversas conversaciones. Sin embargo, durante algunos de los conciertos, cuando la lluvia llegaba por sorpresa en medio del baile en el que nos envolvimos cientos de personas en una catarsis llena de emoción, ni siquiera la lluvia fue capaz de apartarnos los unos de los otros, asumiendo que los estornudos y alguna tos pasajera nos acompañarían al día siguiente.
Tanto el proceso organizativo como el trascurso de la semana cultural de Kurdistán en Bruselas fueron experiencias tremendamente gratificantes para quienes tuvimos oportunidad de asistir. El pueblo kurdo, así como miles de otros pueblos originarios a lo largo y ancho del mundo se mantienen firme en su insistencia a su existencia. Estos pueblos se oponen firmemente a verse asimilados en las grandes metrópolis. Viendo como su cultura e historia se hace pedazos.
Los pueblos en resistencia, entre los cuales el pueblo kurdo tiene un lugar especial por la lucha y los modelos organizativos tan luminosos que abrieron al mundo entero, son nuestros guías en la lucha por un mundo justo, libre y en paz. Por eso la defensa de los pueblos ante el genocidio cultural es clave para solucionar los problemas de nuestro mundo. Cualquier oportunidad para expresar y exteriorizar nuestras identidades sociales y culturales debe ser aprovechada, porque en el mosaico de naciones y pueblos democráticos y resistentes se encuentra la hoja de ruta hacia un mañana libre y digno.
FUENTE: Camilo Torres / Kurdistán América Latina
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