El Confederalismo Democrático como alternativa a la inestabilidad en Medio Oriente

Con la desaparición del Estado Islámico (ISIS) y su control sobre el territorio sirio a la vista, las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS), predominantemente kurdas, deben ser elogiadas por su valentía y papel decisivo en la derrota del grupo terrorista. De hecho, fueron los kurdos sirios quienes asestaron el primer gran golpe a ISIS en la batalla de Kobane, a principios de 2015, y ahora son los kurdos quienes, como parte de las FDS, están terminando el “califato” en Siria. Sin embargo, elogiar solo la valentía de los kurdos sirios en la lucha contra ISIS, una estrategia mediática favorecida particularmente por los medios de comunicación de la derecha, corre el riesgo de reducir la importancia política de la Revolución en Rojava a un esfuerzo militar estrictamente anti-ISIS. Es importante destacar que tal énfasis funciona para disfrazar las promesas y los logros más significativos de la Revolución de Rojava. El proyecto político de Confederalismo Democrático de Rojava, que ha posibilitado la participación de mujeres, grupos étnicos y religiosos en la administración de la vida y la política, ha sido esencial no solo para poner fin a la guerra étnica y la violencia de género en la región, sino también para garantizar la paz y la futura estabilidad. Una comprensión tan amplia del programa de Rojava se ajusta a las realidades sobre el terreno, en el norte y el este de Siria, al tiempo que aboga por el avance de la revolución como una plataforma política transformadora y transferible para toda la región de Medio Oriente.

Es importante enfatizar que la Revolución de Rojava no se originó en reacción a ISIS, sino en respuesta a una larga historia de opresión y racismo contra los kurdos por parte del Estado sirio. De hecho, todos los estados modernos de Medio Oriente han institucionalizado prácticas que afianzan, en nombre de una “identidad nacional” común, la superioridad de los grupos étnicos y/o religiosos dominantes de los estados, y por lo tanto enajenan a las minorías y comunidades dentro de las fronteras. Naturalmente, tales dinámicas de exclusión y alienación podrían empujar a los marginados a los grupos islamistas y yihadistas, quienes los atraen con la promesa de restaurar la dignidad y la seguridad social. Por ejemplo, después de que el ejército estadounidense abandonó Irak en 2011, ISIS aprovechó las frustraciones de muchas tribus sunitas que estaban insatisfechas con el gobierno sectario de Nuri Al-Maliki; más importante todavía, ISIS les ofreció protección frente a las fuerzas de seguridad iraquíes. Además, a diferencia de Al-Qaeda, que adhiere principalmente a una ideología antiamericana, la política de ISIS está más explícitamente orientada hacia el sectarismo anti-chiíta, un mensaje que resuena entre los grupos sunitas marginados tanto en Irak como en Siria y explica el aumento radical de ISIS en ambos países entre las poblaciones conservadoras y sunitas que consideran que las políticas de los gobiernos chiítas de Irak y Siria (alauitas) están fuertemente influenciadas por la también República Islámica chií de Irán.

Los islamistas y los grupos yihadistas no pueden finalmente establecer una sociedad libre y justa. En primer lugar, aunque podrían cumplir algunas de sus promesas y en diversos grados, estos grupos rara vez han mostrado tolerancia hacia los no creyentes y los que no los obedecen. Y ya sean reformistas (como en la Hermandad Musulmana) o extremistas, tales grupos han seguido ampliamente los pasos de los estados de Medio Oriente en su política sectaria y chovinista hacia las minorías culturales y religiosas de la región. Entonces es justo argumentar que, a pesar de sus actitudes y agendas ostensiblemente diferentes, el típico “Estado de Medio Oriente” y sus némesis fundamentalistas comparten una agenda exclusivista y polarizadora contra las minorías.

Además, mientras los estados no democráticos de Medio Oriente continúen su reinado, habrá grupos extremistas que atraerán partidarios entre las masas alienadas de la región, una amenaza que, a su vez, solo justifica la brutalidad estatal contra estas poblaciones tan alienadas. Es decir, el estado existente de Medio Oriente y su oponente islamista no solo se niegan sino que también se refuerzan entre sí. El caso en cuestión es el reciente regreso de ISIS a Irak, en lugares que se cree que fueron limpiados de ellos. No por casualidad, estas son las mismas áreas donde las milicias chiítas afiliadas a varias facciones en los estados iraquíes e iraníes, emplean los mismos métodos de tortura, incursión y arresto que llevaron al levantamiento anterior entre las poblaciones sunitas de la zona, y que crean un ambiente perfecto para que ISIS reclute nuevos miembros y retenga popularidad.

A veces, los estados de Medio Oriente incluso han fortalecido a los grupos islamistas al proporcionarles apoyo político y logístico. No hay que mirar más allá de los últimos años de la guerra civil en Siria para encontrar la evidencia: Turquía ha ido tan lejos como colaborando con ISIS para desestabilizar y derrocar al gobierno de Assad, mientras que el propio Assad libera prisioneros yihadistas en los campos de batalla para marcar a todos como parte de la oposición árabe siria como “violenta” y “extremista”. En otro ejemplo de la misma estrategia, en torno al inicio de la revolución siria, Irán transfirió a Siria a varios comandantes de Al-Qaeda que había albergado luego de cometidos los ataques del 11 de septiembre de 2001. La financiación de Arabia Saudita y Qatar de varios grupos extremistas ha sido documentada a fondo.

En una región como Medio Oriente, plagada de inestabilidad política y violencia, lo que más se necesita son las formaciones sociales y políticas que pueden abordar, y no reproducir, las causas estructurales y contingentes del descontento y la discordia entre los países y sus poblaciones. Solo un sistema inclusivo, democrático e igualitario que apunta a eliminar las desigualdades económicas, políticas y culturales que subyacen a los males de la región, será capaz de enfrentar la guerra y la violencia de manera pacífica. Los principios de la Revolución de Rojava, y su estructura política basada en el Confederalismo Democrático, indican un marco diseñado para abordar precisamente estos problemas estructurales de larga data. El Confederalismo Democrático se basa en el reconocimiento y la igualdad de trato de las comunidades nacionales, étnicas y religiosas, así como en la participación activa y directa de las personas en el gobierno de su sociedad a través de municipios y consejos autónomos. Y tal marco es, quizás, el único antídoto contra el sectarismo y el autoritarismo que persigue a la región.

De hecho, en la práctica y a pesar de todas sus deficiencias, la Revolución de Rojava ya ha revolucionado el estatus de la mujer en el norte y el este de Siria, y ha dado voz y mando a los grupos sociales y étnicos previamente oprimidos de Siria. En otros lugares, la formación de consejos populares en áreas liberadas predominantemente árabes como Raqqa y Manbij, facilita la participación de los residentes locales en el gobierno de sus propias ciudades y desalienta los conflictos étnicos y religiosos, una prueba de que el autogobierno autónomo puede reemplazar a los sistemas totalitarios y dar resultados positivos.

Por lo tanto, por importantes que sean los logros militares de los kurdos y sus aliados en Siria, la misión política de la Federación Democrática del Norte y el Este de Siria (FDNES) no debe reducirse a la derrota militar de un grupo como ISIS. La fuerza de la revolución en Rojava no radica en su efectiva disciplina militar, sino en su capacidad para abordar problemas estructurales y profundamente arraigados, que anteriormente habían hecho inevitables los conflictos y la agresión en la región. Por lo tanto, es de gran importancia ver al Confederalismo Democrático como una alternativa y antídoto contra la inestabilidad y la violencia institucional perpetuada por los actores estatales y no estatales en Medio Oriente, así como como garante de la coexistencia pacífica de las poblaciones de la región. De hecho, el regreso gradual de ISIS a Irak, en los últimos meses, demuestra claramente que un éxito militar sobre los grupos yihadistas no significa que la lucha contra la política regresiva y reaccionaria haya terminado por completo.

La FDNES y sus partidarios podrían, a su vez, tomar nota de este retorno, para subrayar la importancia estratégica de los principios del Confederalismo Democrático para la preservación de la Revolución de Rojava, incluso cuando ISIS ya no exista.

FUENTE: Behnam Amini / The Rojava Strategy / Traducción y edición: Kurdistán América Latina