Recep Tayyip Erdogan está aprovechando la posición geopolítica estratégica que tiene Turquía para erigirse como un facilitador del diálogo en el conflicto entre Rusia y Ucrania. Después de un intento fallido en Antalya, la semana pasada se llevó a cabo en Estambul una nueva ronda de negociación para un acuerdo de paz.
Los negociadores más optimistas sostienen que la reunión del palacio Dolmabahçe sembró el terreno para un posible encuentro entre Vladimir Putin y Volodimir Zelensky. Ucrania aseguró estar dispuesta a renunciar a entrar a la OTAN, si Rusia se compromete a retirar las tropas de su territorio. Patear las conversaciones sobre la situación en Crimea, dándose un plazo de 15 años para resolverla y poner la situación del Donbás sobre la mesa, también formaron parte del saldo positivo de esta reunión. Por su parte, Rusia se comprometió a reducir las operaciones militares “drásticamente” para facilitar el diálogo. Estos avances eran impensados cuando finalizó el encuentro de Antalya hace casi un mes. Es por eso que en Ankara están más que satisfechos con la reunión.
En los últimos años, el giro autocrático del gobierno turco y las denuncias de un creciente autoritarismo por parte de la oposición, hicieron que el aislamiento diplomático del país fuera una amenaza latente para el gobierno de Erdogan. Ahora la mano parece haber cambiado. Durante la semana pasada, el presidente turco se reunió con el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, el canciller alemán, Olaf Scholz, el presidente israelí, Isaac Herzog, el primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, y hasta recibió un llamado del presidente de Estados Unidos, Joe Biden.
Erdogan está empecinado en presentarse como “el arquitecto de la paz”, aunque este título genere rechazo entre sus detractores que lo acusan de haber entrado en los últimos años en operaciones expansionistas y peligrosas, como la presencia militar turca en Idlib, en el norte de Siria. Además, lo señalan por haberse aliado con los yihadistas en su ofensiva contra los kurdos.
Antes de que comiencen las negociaciones, el presidente turco aseguró que “un acuerdo de paz justo no tendrá un perdedor”. Además, pidió que las negociaciones tengan “resultados concretos”.
Que la invasión a Ucrania termine lo antes posible es un objetivo primordial para el gobierno turco. El fino equilibrio para mantener una buena relación con ambos países -con los cuales comparte la costa del mar Negro-, corre peligro si la paz está cada vez más lejos.
En los últimos años, Ankara ha profundizado una relación comercial con Rusia en materia de energía y turismo. Esto no le impidió calificar el accionar ruso como “inaceptable” y una “grave violación al derecho internacional” apenas iniciado el conflicto. La posición del gobierno turco ha sido oponerse a la independencia de las regiones Donetsk y Lugansk, ya que esto puede servir de ejemplo para la independencia de los kurdos.
Pero a pesar de las diferencias el acercamiento con Rusia es estrecho, sobre todo teniendo en cuenta que Turquía no puede poner en juego el equilibrio conseguido en Siria, donde se encuentra en el bando contrario al de Rusia.
A diferencia de Europa, Turquía se niega a implementar sanciones contra Rusia, porque hace años que viene cultivando su perfil como un país de oportunidades para los negocios y esto hace que se posicione en contra de cualquier tipo de sanciones, más aún, cuando el país está atravesando su peor crisis económica en 20 años. Es por eso que los oligarcas rusos eligieron las costas turcas para atracar sus yates, escapando de las posibles confiscaciones de bienes que está llevando adelante Europa. Este fue el caso de “My Solaris”, propiedad del oligarca del petróleo y dueño del club de fútbol “Chelsea”, Román Abramóvich, que atracó en un puerto cercano a la ciudad costera de Bodrum.
Por otro lado, Turquía es un país miembro de la OTAN y tiene una relación con Kiev, especialmente en el ámbito militar. Esta relación le permite a Ucrania defender sus ciudades con drones turcos Bayraktar TB2, que probaron ser efectivos para destruir tanques y vehículos blindados ruso.
En las últimas semanas, Ankara recibió un pedido informal del gobierno de Joe Biden para que traslade sus antimisiles rusos S-400 a Ucrania, esos mismos antimisiles por cuya compra Turquía fue sancionada por el propio Estados Unidos, al punto de ser excluida del programa de aviones de combate F-35, en abril de 2021. La respuesta por el momento fue negativa. Tanto Europa como Estados Unidos prefieren sostener la “neutralidad activa” turca, antes que presionar con más fuerza por miedo a que, finalmente, Erdogan termine inclinando la balanza hacia Rusia. Menospreciar la política turca sería un peligro para todo Occidente.
Con esta mediación, Erdogan no sólo busca recuperar brillo en el escenario internacional sino también en la política doméstica. La oposición turca especula con dos escenarios. Por un lado, que esta jugada pueda devolverle a Erdogan una imagen positiva que viene decayendo producto de la crisis económica, a poco más de un año de las próximas elecciones que serán decisivas para la continuidad del partido AKP en el poder. Por el otro, que un aumento de los precios de los alimentos y una caída del turismo proveniente de Turquía y Ucrania, pueda agudizar la crisis e incluso adelantar las elecciones.
Mientras Rusia y Ucrania definen si sellan la paz, Erdogan libra su propia batalla en la que evitará, a toda costa, ser derrotado.
FUENTE: María Constanza Costa / Panamá Revista
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