La lucha kurda en blanco y negro

En una época en la que nos hemos acostumbrado a que las películas sean coloreadas para acercarnos al pasado, Maryam Ashrafi nos recuerda el poder de la fotografía tradicional en blanco y negro. “Levantándose entre ruinas, bailando entre balas”, es un testimonio de la resistencia kurda a través de imágenes que logran ser tanto simbólicas como intensamente humanas.

Con el predominio de los teléfonos inteligentes, el mundo está inundado de imágenes de cada evento. Aun así, libros como este nos recuerdan que la capacidad de encuadrar una toma y capturar el momento decisivo, utilizar la luz y el enfoque para realzar una escena, y dejar que los rostros cuenten su propia historia sin darse cuenta, sigue siendo una habilidad rara y esencial. Este libro es impactante, pero también presenta un registro histórico vital de la lucha kurda en Irak y Siria, entre 2012 y 2018.

Las fotografías en blanco y negro pueden eliminar la charla, o como dice Maulène Sauloy en una de sus contribuciones al libro, el blanco y negro “magnifica lo esencial… Liberado de la distracción del color…”. Las fotografías a colores pretenden traer el pasado al presente y parecer más tangibles. Las imágenes en blanco y negro de eventos actuales también vinculan el presente con el pasado, que a menudo puede parecer más vital y menos trivial debido a nuestra distancia de él. Estas imágenes son, a la vez distantes e íntimas, lo que obliga al espectador a participar.

Para Ashrafi, el libro representa un viaje personal y político. Hija de padres involucrados activamente en la política de izquierda, dejó su Irán natal cuando era adolescente para vivir como refugiada en Inglaterra y, más recientemente, en Francia. Y aunque su familia no es kurda, los kurdos-iraníes le dieron una sensación de esperanza. El viaje físico registrado aquí comenzó en 2012, cuando Ashrafi regresó a Medio Oriente con su cámara para contactar a los kurdos de Irán que habían establecido bases guerrilleras en las montañas del Kurdistán iraquí. Las primeras imágenes muestran la vida de estos grupos: los comunistas de Komala, los nacionalistas kurdos del Partido Democrático de Kurdistán de Irán (PDK-I) y los seguidores de la filosofía de Abdullah Öcalan en el Partido de la Vida Libre de Kurdistán (PJAK).

Más tarde, Ashrafi pudo pasar unos días en un campamento del PKK en las montañas de Qandil y observar el papel activo de las mujeres del PKK y la influencia primordial de las ideas de Öcalan.

De vuelta en París, las manifestaciones a favor de Kobane la convencieron de la necesidad de documentar las consecuencias de la guerra en el norte de Siria: la combinación de destrucción y reconstrucción, con su esperanza de cambio, en un lugar donde la “realidad concreta” de estas ideas estaba siendo construida, y las mujeres eran la parte central.

Ashrafi llegó a Siria en 2015, poco después de que la batalla de Kobane cambiara el rumbo contra ISIS, y tuvo que pasar de contrabando por la frontera. Esta se convirtió en la primera de varias visitas, y cuando la conocí como miembro de una delegación de mujeres en el norte de Siria, tres años después, comentó que esa era la primera vez que cruzaba la frontera legalmente. Ashrafi explica que el antagonismo de Turquía hacia la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (AANES) y, en menor medida, por el Gobierno Regional del Kurdistán en Irak ha impactado doblemente en la cobertura periodística de esta guerra a través del cierre de fronteras y la posterior restricción de acceso.

Ashrafi fotografió en Kobane liberada y en la provincia de Raqqa, donde la guerra todavía estaba en curso. Sus imágenes no intentan mostrar la batalla, pero proporcionan un registro de la vida de los combatientes detrás de las líneas y, en sus palabras, “gente común atrapada en los engranajes de la guerra”. Ella documenta no solo la destrucción, con sus recordatorios de la reciente ocupación por parte de ISIS, sino también “las formas específicas en que el movimiento (kurdo) llegó a habitar estas ruinas reconquistadas” y “una sociedad en proceso de transformación”.

Otras secciones nos llevan a la tierra natal de los yezidíes de Sinjar (Shengal), a los campos de refugiados con niños sabios más allá de su edad, a los Peshmerga en busca de miembros de ISIS en Kirkuk, y a algunas de las manifestaciones kurdas que han llenado las calles de París.

En su mayor parte, la guerra está “fuera de plano”, pero “omnipresente”; sin embargo, Ashrafi también incluye el terrible momento en que un soldado que lo acompañaba perdió la vida por una bomba trampa dejada por ISIS.

Este tipo de fotografía requiere no solo valentía, sino también sensibilidad hacia las personas que atraviesan experiencias trascendentales. Más que cualquier riesgo personal, es este último el que ha preocupado a Ashrafi, que está interesada por ser fiel a los sujetos fotografiados. Ella explica: “Tenía que tratar de convertirme en una cara familiar, tratar de convertirme en parte del mundo de estas mujeres tanto como fuera posible”.

Ashrafi es menuda y está casi oculta por su cámara, pero lo que realmente la hace discreta es una evidente empatía con las personas que está fotografiando. Me explicó que debido a que este era un proyecto a largo plazo, las mujeres con las que estaba se acostumbrarían a ella y se olvidarían de su cámara, pero que también agradecían el hecho de que ella estaba allí para informar al mundo sobre su situación. Al fotografiar funerales, encontraría que su profesionalismo entraba en conflicto con el dolor que compartía con la comunidad de la que ahora participaba. Aun así, se recordaría a sí misma que estaba allí con un propósito.

El libro comienza con una larga entrevista con Ashrafi, citada anteriormente. Las fotografías tienen amplias leyendas descriptivas, y el libro también incluye ensayos de varios escritores. Estos funcionan mejor cuando brindan un trasfondo a las imágenes, como el útil bosquejo de Kamran Matin sobre las organizaciones de resistencia kurda en Irán. Ashrafi quería traer diferentes perspectivas, pero no estoy convencida de que todas las discusiones y otros recuerdos personales, por muy interesantes que puedan ser en sí mismos, agreguen mucho al mensaje de las fotografías. Los escritos de Allan Kaval introducen una nota más negativa, que a veces parece contradecir la historia de las imágenes. Sería erróneo e inútil pretender que el movimiento de liberación kurdo no tiene problemas, pero los problemas necesitan un análisis matizado y comprometido en lugar de una narrativa yuxtapuesta.

Pero, por supuesto, son las imágenes las que realmente cuentan la historia.

Ashrafi ahora está trabajando en un proyecto diferente, que analiza el impacto de las minas terrestres. Aún así, enfatiza que el proyecto que representa este libro, al igual que la historia que documenta, no puede darse por terminado. Lamenta lo rápido que avanzan los medios y lo difícil que es aumentar la conciencia pública, especialmente la comprensión necesaria para lograr un cambio político. Por supuesto, ella desearía poder hacer más, pero este libro hace una contribución decisiva.

* “Alzándose entre ruinas, bailando entre balas” ganó el Premio HiP 2021 de libros fotográficos francófonos en la categoría de reportaje e historia. El premio de los corresponsales de guerra de Bayeux Calvados-Normandie exhibió imágenes seleccionadas en octubre pasado y se planean más exposiciones.

FUENTE: Sara Glynn / Medya News / Imágenes: Maryam Ashrafi / Traducción y edición: Kurdistán América Latina

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