Rojava como Mesopotamia: construir la solidaridad a través de la mitología

En las sombras de los medios de comunicación mundiales, la lucha por la libertad de los kurdos continúa. Silenciada por las narrativas dominantes, que favorecen movimientos de resistencia más aceptables, la violencia extrema turca continúa sin la condena de los líderes mundiales. Aunque la firme e inquebrantable resistencia del pueblo kurdo es innegable, puede que no sea suficiente contra el segundo ejército más grande de la OTAN. Con los ataques diarios de aviones no tripulados, los bombardeos y los asesinatos que se producen contra la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (AANES), en lo sucesivo denominada Rojava, cada vez es más importante que el movimiento kurdo vuelva a ser el centro de atención y reavive la solidaridad internacional.

Se ha publicado abundante literatura sobre el surgimiento de Rojava y la naturaleza de su ideología política confederalista democrática. Esto va acompañado de análisis detallados del resurgimiento del nacionalismo kurdo tras el colapso del Imperio Otomano y las décadas de lucha armada del PKK (Partido de los Trabajadores de Kurdistán) contra la ocupación turca. Sin embargo, dado que Occidente da por superada la amenaza de ISIS, los medios de comunicación y el mundo académico han abandonado, en gran medida, a Rojava. Como tal, se ha prestado poca atención al discurso emergente de la indigeneidad kurda y a los imperativos estratégicos que tal reivindicación tiene para el movimiento de resistencia kurdo contemporáneo; tampoco se ha prestado atención a la escalada de violencia empleada por Turquía.

Las tendencias orientalistas de Occidente, en sus intentos de simpatizar con la causa kurda, han contribuido así a su actual marginación, ya que existe una laguna considerable en el debate sobre lo que motiva la resistencia kurda de décadas y cómo se enfrentan a las nuevas presiones. Para muchas audiencias occidentales, las combatientes kurdas de las YPJ (Unidades de Protección de las Mujeres) y las YPG (Unidades de Protección del Pueblo) surgieron de la nada, y sus intentos de promover su experimento político radical en Rojava se han visto desbordados por la celebración únicamente de sus proezas militares. Por lo tanto, depende de los líderes políticos de Rojava exportar con éxito una nueva imagen de la propia Rojava.

Durante décadas, los regímenes de Irán, Irak, Turquía y Siria han enmarcado a sus comunidades minoritarias kurdas ocupadas como amenazas directas a la estabilidad mediante la difusión de mitologías nacionales, que las presentan como “asesinos bárbaros o terroristas radicalizados”. El mito racista de Turquía de que el pueblo kurdo no es más que “turcos de montaña”, también denominado “narrativa de la negación”, se ha empleado de forma similar como medio para erradicar la identidad kurda. Sin embargo, utilizando la guía escrita del líder kurdo encarcelado Abdullah Öcalan, esta misma táctica de promover deliberadamente ciertas narrativas y mitologías históricas se ha convertido en una parte importante de la “renovación de la marca” de Rojava. Mostrar la antigüedad de la cultura kurda y el papel primordial que ha desempeñado la comunidad en el mantenimiento de la paz regional, permite a la élite política de Rojava demostrar que ser kurdo es ser claramente diferente de los vecinos árabes, persas y turcos que les rodean. En particular, las instituciones culturales kurdas de Rojava han comenzado a hacer hincapié en su presencia histórica en Mesopotamia, enmarcando figuras mitológicas mesopotámicas como kurdas y estableciendo paralelismos entre estos héroes y los mártires del movimiento por la libertad kurdo contemporáneo.

La Primavera Árabe y el auge del fundamentalismo islámico, junto con la posterior intervención occidental, han visto cómo Oriente Medio se convertía en un hervidero de actores armados no estatales. Sin embargo, dada la multitud de grupos que tratan de explotar los vacíos de poder resultantes, es crucial que Rojava reciba apoyo internacional para garantizar su supervivencia. Por ello, se ha prestado gran atención a reformar la reputación kurda de separatismo y a situar la Autonomía Democrática como la mejor solución a la inestabilidad actual, a pesar de su naturaleza radical.

Como resultado, la resistencia armada kurda contra ISIS ha sido transformada por Occidente como un activo en su continua implicación en Oriente Medio. Pero esta evolución ha creado una incómoda hipocresía por parte de los Estados occidentales, que celebran a los mismos combatientes kurdos por derrotar al terror yihadista, pero luego permiten que sean atacados por los drones armados de Turquía, miembro de la OTAN, sin protestar demasiado. De este modo, los líderes occidentales rara vez se oponen a que el “kurdismo” se considere sinónimo de terrorismo cuando lo hace el Estado turco, a pesar de que los combatientes kurdos de Rojava han sido los aliados más fiables de la Coalición Internacional para Derrotar a ISIS. Por su parte, el reciente énfasis de los líderes políticos de Rojava en el mantenimiento de la paz y la naturaleza proteccionista de las combatientes kurdas de las YPG y las YPJ ha venido a mejorar enormemente su posición internacional y han recibido un importante apoyo de Estados Unidos, así como una red mucho más amplia de solidaridad mundial.

La comunidad yezidí también ha sido fundamental en este intento de reformar la percepción de la resistencia armada kurda. La narración de cómo los antiguos yezidíes de habla kurda (la mayoría de los cuales se consideran kurdos étnicos) fueron rescatados del genocidio de ISIS por guerrilleros kurdos del PKK y de las YPG, en agosto de 2014, sirve para enmarcar esta relación como una hermandad que existe desde hace miles de años.

Aunque en principio pueda parecer meramente lógico que el movimiento kurdo por la libertad perciba a la comunidad yezidí, otro grupo fuertemente oprimido, como intrínseca a su causa, tiene objetivos políticos estratégicos increíblemente pertinentes. Los yezidíes son considerados uno de los grupos religiosos más antiguos de Oriente Medio, con conexiones con el zoroastrismo. Al situarse como los aliados más antiguos de los yezidíes, el movimiento kurdo ha podido colocar sus capacidades defensivas como prueba de que son los antiguos cuidadores y protectores de la tierra. Se trata de un argumento muy potente y los recientes intentos de resaltar esta relación son indicativos del compromiso de Rojava de cambiar la percepción que los medios de comunicación tienen de la kurdicidad.

Otro ejemplo clave del uso kurdo de la mitología como herramienta política puede verse en la evolución del simbolismo de Ishtar. Ishtar es la diosa mesopotámica del amor y la guerra, y estaba considerada una de las deidades mesopotámicas más formidables. Hoy, en Rojava, se la muestra como una representación de los valores kurdos tradicionales al asociar los sacrificios de las YPJ con su legado de lo divino femenino. La exportación de la narrativa de la mujer kurda como “diosa-madre” tuvo un gran éxito, revolucionó la dinámica de género dentro de la sociedad kurda y logró el aplauso internacional para el movimiento. Mediante la promoción de esta figura ancestral como elemento central de la cultura kurda, Öcalan pudo presentar a los kurdos como un grupo étnico ancestral y una sociedad matriarcal, fundamentalmente diferente de sus vecinos patriarcales. Esta percepción de la comunidad kurda como una utopía feminista en una región fuertemente patriarcal, colocó a Rojava en una posición de aliado aceptable a los ojos de la comunidad internacional después de 2014, a pesar de la existencia de mujeres combatientes en el PKK desde los años ochenta y en otros grupos armados kurdos desde los años sesenta y setenta.

Mientras que Ishtar actúa como la figura emancipadora femenina para el YPJ, Kawa el Herrero puede percibirse como la representación de la otra mitad de la liberación kurda. En la leyenda de Kawa, éste lidera una rebelión contra el tiránico rey Zuhak, en respuesta a sus ataques genocidas contra el pueblo kurdo. Antes de la derrota del tiránico rey, los niños del pueblo se habían retirado a las montañas y, según la leyenda, se convirtieron en los primeros kurdos. Una vez asesinado el rey, Kawa encendió una hoguera para mostrar al reino que había sido liberado, lo que dio paso a la tradición de Newroz, un acontecimiento que se sigue celebrando hoy en día, y que simboliza la liberación de la opresión y la esperanza en la autodeterminación kurda. La leyenda de Kawa se ha convertido en uno de los principales mitos fundacionales del movimiento de autodeterminación kurdo, ya que representa el sacrificio y la lealtad a la causa kurda, pero también marca un sentimiento de unidad pan-kurda. Al igual que el mito de Ishtar, la historia ha sido modernizada por la dirección política kurda comparando a los mártires del PKK (como Mazlum Doğan), que han participado en la autoinmolación de Newroz con Kawa, la proveedora de la libertad kurda. La leyenda de Kawa es ahora invocada junto con la historia de la diosa Ishtar como ejemplos clave de la antigüedad kurda, del rechazo kurdo al patriarcado y de la capacidad kurda de traer la paz cuando se libera de las ataduras de la opresión.

Mientras que el folclore mesopotámico se utiliza para mejorar la reputación kurda y fomentar la reforma dentro de la comunidad kurda, en lo que respecta a los ideales sociales del Confederalismo Democrático, también se utiliza para que el rechazo a un Estado-nación se considere lógico y viable. El rechazo del modelo westfaliano de Estado-nación es una parte importante de la teoría de la Autonomía Democrática, pero la importancia que se concede al Estado-nación en las relaciones internacionales convierte este rechazo en una amenaza para la estabilidad regional. Para garantizar el apoyo internacional frente a estas políticas radicales, puede considerarse que la mitología mesopotámica se utiliza para presentar los ideales kurdos contemporáneos como un retorno a los valores tradicionales, más que como una rearticulación radical de las normas sociales. En cierto sentido, muestra a los kurdos como anteriores a la idea de un Estado-nación, de ahí que la autonomía sea la solución más lógica a la cuestión kurda.

Además, la noción de soberanía y de Estado-nación se importó a Oriente Medio a través del imperialismo europeo, pero la división de la tierra, sin tener en cuenta las complejas relaciones geopolíticas entre los grupos étnicos, ha hecho que sus cimientos siempre hayan sido vulnerables. Lo que hemos visto en la Primavera Árabe y la posterior Revolución de Rojava es el rechazo de estas ideas europeas. El marco internacional de Siria como “debilitada” permitió a los líderes kurdos de Rojava mostrar cómo la infancia del sistema de Estado-nación era incompatible con las realidades geopolíticas de la región. Así, pudieron situar el rechazo de la Autonomía Democrática al Estado-nación como un retorno al sistema social mesopotámico que había permitido la paz en toda la región. Además, a través del énfasis en la Autonomía Democrática como un sistema antiguo y, por tanto, más natural, la administración de Rojava es capaz de presentar el movimiento como menos radical que los otros desafíos al Estado-nación en la región, como la formación de un califato islámico.

Mediante la difusión de mitos kurdos, Rojava ha podido explicar la historia de la comunidad kurda de una forma mucho más cercana, aumentando la solidaridad al humanizar el movimiento. Además, el reconocimiento del pueblo kurdo como autóctono de las tierras de la antigua Mesopotamia que está empezando a producirse tiene el potencial de transformar fundamentalmente el modo en que la comunidad internacional mitiga los conflictos en Oriente Medio. El arte, la literatura, la música y otras formas de expresión cultural sirven de puentes que conectan el mundo, y los líderes de Rojava deberían seguir utilizando su mitología y folclore para dar a conocer la esencia de la lucha kurda. Mostrando el rico patrimonio, las vibrantes tradiciones y los esfuerzos creativos del pueblo kurdo, el movimiento por la libertad de Kurdistán no sólo puede contrarrestar las tergiversaciones, sino también fomentar un aprecio más profundo de sus aspiraciones.

Reconocer la profundidad de la cultura kurda no es sólo una cuestión de reconocimiento de su precedente histórico, sino también un testimonio de la perdurable búsqueda de la autodeterminación, la preservación cultural y la afirmación de su derecho a la libertad. Este uso estratégico de los mitos nacionales es representativo de un cambio significativo hacia el pragmatismo por parte de los líderes kurdos. Y, a pesar de la falta de compromiso crítico con estas narrativas de resistencia por parte del resto del mundo, la difusión curada de mitos nacionales que sitúan a los kurdos como protectores, víctimas y partidarios de la igualdad de género desde la era mesopotámica, ha permitido al movimiento generar sutilmente una amplia solidaridad internacional.

La resistencia kurda no se define únicamente por el flujo y reflujo de la cobertura mediática. Se sustenta en la valentía de su pueblo, el poder de sus historias y la fuerza de su determinación. Sin embargo, es necesario que los líderes de Rojava hagan un esfuerzo concertado para dar a conocer las historias de la mitología, la historia y la cultura kurdas porque, por desgracia, los medios de comunicación mundiales sólo elevarán el movimiento kurdo si lo ven como una historia que captará la atención para sus organizaciones. Vivimos en una era digital, en la que ganar guerras depende de qué bando consigue el apoyo y la simpatía de las masas. Los líderes de Rojava deben asegurarse de seguir utilizando esta herramienta y volver a situar a Rojava en el punto de mira humanitario.

FUENTE: Katia Lloyd Jones / The Kurdish Center for Studies / Traducción y edición: Kurdistán América Latina

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