La actualidad de la política internacional está dominada por la guerra que se desarrolla en Ucrania. Sin embargo, este hecho no evita que se manifiesten viejos conflictos, reavivados algunos de ellos por la propia desestabilización creada en el territorio europeo a causa de la intervención militar promovida por el gobierno que encabeza Vladimir Putin.
La petición de entrada en la estructura de la OTAN, formulada por las instituciones políticas representativas de Finlandia y Suecia, originó la reacción del gobierno de Turquía, exigiendo la previa ruptura de los países nórdicos con las organizaciones kurdas que se refugian, desde hace tiempo, en esos estados.
Está por verse el desenlace final de la amenaza formulada por Erdogan, pero esta circunstancia sirve para certificar el acoso que viene recibiendo el pueblo kurdo por parte de los sucesivos gobiernos de Ankara, empeñados en la desaparición política – y casi física- de una nación que tiene que enfrentar las complicadas consecuencias de formar parte de cuatro estados (Irán, Irak, Siria y Turquía).
A pesar de la mejora coyuntural de su papel en el concierto geopolítico mundial a causa de la coincidencia con Estados Unidos en el combate contra el Estado Islámico durante la guerra desarrollada en Siria, la reciente iniciativa bélica adoptada por Putin erosionó esa ventaja adquirida por la resistencia kurda. El singular papel que desempeña Turquía -aliado preferente de los Estados Unidos en el seno de la OTAN y, al mismo tiempo, interlocutor privilegiado con las autoridades del Kremlin- juega en contra de los intereses kurdos, de cara al objetivo de avanzar en el reconocimiento internacional de su condición nacional.
Estados Unidos, Alemania y Francia, las referencias
La reciente decisión tomada por Pedro Sánchez, cambiando la posición tradicional de la diplomacia española en el asunto del Sáhara Occidental, alteró el cuadro de las relaciones con Marruecos y Argelia, dificultando gravemente las expectativas de un eventual establecimiento de la RASD (República Árabe Saharaui Democrática) como Estado independiente en el norte de África.
Aunque no existió una explicación oficial de los motivos que propiciaron esta modificación realizada por el actual presidente del Gobierno español (sustituyendo la defensa del referéndum de autodeterminación contemplado en las resoluciones de la ONU por la propuesta de un indeterminado régimen autonómico en el seno del Estado marroquí), cabe pensar que estamos ante una aceptación de las presiones de la administración norteamericana y de los gobiernos francés y alemán, partidarios de reforzar a Marruecos como aliado principal en ese espacio territorial.
Un tríptico de entidades nacionales
Además del Kurdistán y del Sáhara, Palestina completa un tríptico de entidades nacionales que comparten la condición de víctimas de la indolencia de la comunidad internacional encarnada en la ONU. El catálogo de resoluciones incumplidas en las últimas décadas es uno de los mayores pasivos que acumula un organismo diseñado, teóricamente, para estructurar una convivencia justa que evite las confrontaciones bélicas entre las naciones y los estados que conforman el escenario mundial. Los tres casos certifican -con distintas singularidades- el fracaso del Consejo de Seguridad de la ONU a causa de la prolongada subordinación de los sucesivos representantes de este organismo a las políticas dictadas por los gobernantes de Estados Unidos, de Israel y de Turquía.
Estos pueblos no carecen de la simpatía solidaria de millares de organizaciones sociales en todos los continentes. Lo que no tienen es el suficiente compromiso por parte de aquellos estados que pueden ser determinantes para neutralizar las pretensiones de las fuerzas políticas y militares (en Marruecos, Israel o Turquía) que desean eliminar cualquier posibilidad de alcanzar el máximo reconocimiento institucional para Palestina, el Sáhara y el Kurdistán.
Lo sucedido en las últimas décadas en el ámbito del mundo árabe ejemplifica la magnitud de los obstáculos mencionados. Los apoyos declarativos formulados por muchos estados con la causa palestina no tuvieron la traducción práctica necesaria para neutralizar las políticas de exterminio de los sucesivos gobiernos de Tel Aviv. El caso más reciente es bien conocido y resulta paradigmático: el régimen marroquí firmó un acuerdo con Donald Trump para reconocer al Estado de Israel a cambio de que Estados Unidos avalasen la soberanía de Marruecos sobre el territorio sahariano. Así se está escribiendo la historia.
FUENTE: Suso Veiga / Mundiario
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