La nación democrática como salida al creciente caos

La fase histórica que atravesamos actualmente como sociedades ha llegado a un punto decisivo. A menudo, se habla de nuestra época como la fase final de la modernidad capitalista. Al mismo tiempo, los debates sobre los cambios necesarios y la búsqueda de un nuevo sistema son cada vez más intensos. Hoy en día, la modernidad capitalista está atascada ideológica y paradigmáticamente. En consecuencia, no tiene la capacidad de superar su crisis y reformarse, fundamentalmente. Intenta mantener su hegemonía, basada en una política colonialista-imperialista, con la ayuda de ciertos engaños. En este proceso, se detectan claros indicios de que ya ha comenzado la fase en la que la modernidad capitalista será superada ideológicamente. Dado que su bloqueo es de naturaleza ideológica, parece imposible a largo plazo superar la profunda crisis con la ayuda de reformas y precauciones temporales. La razón crucial de la crisis es la política imperialista y colonialista, que se caracteriza por una fuerte actitud hostil hacia la naturaleza, las mujeres y la sociedad. Estas políticas se derivan del paradigma capitalista. En este contexto, la globalización y el Estado-nación resultan ser claramente gemelos ideológicos. La lucha por el poder que tiene lugar en la actualidad es el resultado de las contradicciones entre las fuerzas de la modernidad capitalista con respecto a la libre circulación del capital y la distribución de sus beneficios. Así, mientras el paradigma del Estado-nación es una cara de la crisis actual, la guerra global por la hegemonía imperialista es la otra. En el fondo, se trata de contradicciones inherentes al sistema, que de vez en cuando pueden llevar a un conflicto abierto y a la guerra, pero que mucho más a menudo terminan en nuevos equilibrios y compromisos, teniendo en cuenta los beneficios de todas las partes implicadas. El estancamiento y la crisis abarcan todo el sistema. Desde el punto de vista de las fuerzas implicadas, el actual estado de estancamiento puede conducir a veces a resultados y pérdidas que no habían sido previstos o tenidos en cuenta en sus estrategias políticas. El sistema centralista-hegemónico -dirigido por Estados Unidos- se enfrentó recientemente a una situación en Afganistán que corresponde precisamente a esta realidad que acabamos de describir. Allí, los últimos acontecimientos pueden verse o bien como un compromiso que tiene en cuenta los intereses de ambas partes, o bien como una derrota de Estados Unidos. Ambas cosas representan, en última instancia, un fracaso.

La profunda crisis de la modernidad capitalista

Tanto Estados Unidos como potencia líder del sistema, como las instituciones internacionales que construyó, atraviesan actualmente una grave crisis. Esto es una expresión de la incapacidad de Estados Unidos y de las instituciones mencionadas para hacer justicia a los desarrollos actuales, con sus formas de pensamiento y sistemas anticuados. La lucha interna del sistema entre las fuerzas del Estado-nación, por un lado, y las fuerzas orientadas a la globalización, por otro, ha terminado con la victoria de los globalistas, especialmente en las últimas elecciones de Estados Unidos. Los resultados de las elecciones estadounidenses han tenido un gran impacto en la evolución política y social tanto a nivel mundial como en Oriente Medio. Las propias alianzas y plataformas dominadas por Estados Unidos durante mucho tiempo, cuyo propósito es equilibrar las contradicciones interestatales existentes y crear relaciones de Estado, están siendo sacudidas hasta la médula por la crisis de la modernidad capitalista. Dado que la crisis de estas estructuras fundamentalmente políticas es muy amplia y tiene múltiples capas, las instituciones militares, económicas, sociales e ideológicas de la modernidad capitalista se han convertido en parte del caos existente. La estructura actual de la ONU es cuestionada abiertamente por muchos de sus estados miembros, y la OTAN, como organización militar vital del sistema, es calificada con “muerte cerebral”. Tales juicios no surgen de la nada. La salida del Reino Unido del proyecto de la Unión Europea (UE) en forma de huida, y el hecho de que las empresas sólo estén interesadas en los resultados inmediatos de las crisis que se producen, representan los aspectos más llamativos en estos conflictos. El estatus y las fronteras de muchos estados-nación que existen hoy en día son el resultado de las dos guerras mundiales del siglo XX. Sin embargo, hoy en día se ponen en tela de juicio. Los esfuerzos por crear una base para la renovada división hegemónica del mundo se intensifican día a día y se presentan abiertamente a las distintas sociedades.

Los desarrollos del siglo XX fueron claramente moldeados por la iniciativa de los Estados Unidos. Utilizó la existencia de la Unión Soviética (URSS) para reforzar su propia influencia y como medio de presión para aglutinar a otros estados-nación en el marco de su propio bloque. Los movimientos de liberación nacional, de una gran variedad de pueblos, también vieron en la Unión Soviética una oportunidad que aprovecharon, en el marco de las contradicciones existentes. Sin embargo, con el colapso de la Unión Soviética, Estados Unidos perdió su condición de impulsor de los acontecimientos generales. En consecuencia, declaró a los “estados terroristas” como los nuevos enemigos, un papel que hasta entonces había desempeñado la Unión Soviética. Así, se creó una nueva generación de enemigos. Con esta política, la modernidad capitalista consiguió, durante un tiempo, asegurar su existencia sobre la base de los estados-nación. Pero con el tiempo, tuvo que darse cuenta de que esta política también había perdido su eficacia. Así, tuvo que aceptar que, tras el colapso de la Unión Soviética, el fin de la historia no había llegado como se había proclamado. También comprendió que, ante la desaparición del eterno enemigo, había entrado en una fase de desintegración. Estados Unidos había salido de la Segunda Guerra Mundial como líder mundial del capitalismo, pero desde entonces se habían desarrollado también fuerzas que estaban en abierto conflicto o contradicción con él. Los países miembros del bloque soviético y sus alianzas habían surgido en este contexto. Tras su desintegración, Rusia entró en el siglo XXI sobre la base de su legado soviético y se convirtió en una de las ruedas más débiles de la modernidad capitalista. Aunque la disolución de la Unión Soviética se consideró, en general, un éxito de Estados Unidos, siempre hubo dudas sobre el rumbo que tomaría Rusia. Durante este periodo de transición, la modernidad capitalista no consiguió crear un nuevo enemigo estratégico. Por lo tanto, no pudo aprovechar las oportunidades que existían en ese momento como pretendía. Con el paso del tiempo, aparecieron en escena cada vez más fuerzas que se posicionaron en contra de los Estados Unidos y exigieron un trozo del pastel. Además, numerosos estados-nación hicieron valer cada vez más sus pretensiones hegemónicas con confianza en sí mismos, y se convirtieron en un serio riesgo para las fuerzas hegemónicas occidentales. Entre las fuerzas emergentes del nuevo siglo, se encuentran India, Rusia y otros estados, pero sobre todo China. Ahora, son actores muy capaces de desafiar a Estados Unidos por su papel de liderazgo en el capitalismo global.

Estados Unidos y sus aliados han fracasado

Está claro que la estrategia política de Estados Unidos y sus aliados, desde Irak, Siria y el Kurdistán hasta Afganistán, ha llegado a un callejón sin salida. Como es evidente que no tienen la fuerza necesaria para poner en práctica sus propios planes en la región, su posición y su liderazgo mundial están ahora en entredicho. Los desplazamientos de fuerzas en Afganistán, Irak y Siria, los reposicionamientos y las decisiones de retirada también están directamente relacionados con esta política. Abdullah Öcalan se ocupó intensamente de la región afgano-paquistaní en sus escritos de defensa hace años, y llegó a conclusiones que presagiaban los acontecimientos actuales. Sus análisis o “profecías” de entonces prácticamente se han hecho realidad hoy. Las fuerzas de la modernidad están profundamente sumidas en el caos y bloqueadas. Aunque siempre tratan de amplificar deliberadamente las crisis y así dirigirlas a su favor, esta vez han fracasado en su intento. Estados Unidos y sus aliados han llegado a un punto muerto. Por ello, especialmente en la cumbre de verano de la OTAN, en la reunión del Consejo de la UE y en la cumbre del G7, intentaron elaborar una nueva “hoja de ruta” militar, económica y política. Estos esfuerzos fueron juzgados por muchos observadores como un intento de las potencias centralistas-hegemónicas de crear una nueva “amenaza estratégica”, similar a la de 1952. En aquel momento, Turquía había participado voluntariamente en la Guerra de Corea para sacar provecho de la coyuntura política. Análogamente a las circunstancias de entonces, hoy está haciendo un intento muy similar en Afganistán, pero hasta ahora sin éxito. Es obvio que la “muerte cerebral de la OTAN” dejará obsoleta su existencia. Estas instituciones orientadas al Estado-nación no son capaces de desarrollar soluciones al caos existente. La Unión Soviética no consiguió afianzarse sobre el terreno tras ocupar Afganistán, en 1979. Por el contrario, su derrota allí fue un importante factor externo que contribuyó a su desintegración. Una situación similar es la que vive hoy Estados Unidos, que ha ocupado Afganistán de forma continuada durante veinte años desde los atentados de 2001. Angela Merkel, socia clave de Estados Unidos en este proyecto, resumió este hecho: “Al pretender transformar Afganistán según nuestras ideas y valores, hemos fracasado”. Estados Unidos -una potencia ampliamente considerada como un actor global- también ha admitido su derrota, retirándose y dejando el país en manos de los talibanes, que, con la ayuda de sus muchas conexiones sobre el terreno, había promovido él mismo en el pasado. Así, los análisis de Abdullah Öcalan sobre el “poder de la tradición” se han convertido en una realidad práctica hoy en día. Ni la Unión Soviética ni Estados Unidos con sus aliados occidentales, pudieron establecerse en la región con la ayuda de sus agentes colaboradores del Estado-nación o de sus propios métodos modernos despóticos.

Tras su derrota y retirada, las fuerzas reaccionarias-tradicionales locales, basándose en su actual fuerza organizativa, han llenado el vacío creado en la región y han tomado el poder. O, dicho de otro modo, el poder les ha sido entregado.

La situación en Irak y Afganistán: una consecuencia tardía de la intervención estadounidense

Los recientes acontecimientos en Afganistán afectarán a la coyuntura política de toda la región. La retirada en pánico de las fuerzas lideradas por Estados Unidos, con bajas, es el resultado de un compromiso con los reaccionarios talibanes basado en los intereses de todas las partes o el fracaso de su estrategia política. En cualquiera de los dos casos, es totalmente apropiado atestiguar una grave debilidad ideológica y un retroceso en el sistema. Parece que el fracaso de Estados Unidos y sus aliados en Afganistán tendrá consecuencias aún más dramáticas en la esfera política. La situación actual en Irak y Afganistán -una consecuencia tardía de la intervención estadounidense de hace unos veinte años- creará un problema de seguridad en cuanto al liderazgo mundial de Estados Unidos. A corto plazo, esto tendrá un impacto particular en la política interna de Estados Unidos. Como resultado, el ascenso político de los demócratas tras las últimas elecciones presidenciales de Estados Unidos será ahora seriamente cuestionado y criticado tras la retirada de Afganistán y llegará a su fin. El aumento de la actividad política interna de los republicanos que hemos visto recientemente es un reflejo de esto. Los debates sobre una retirada completa de Estados Unidos de Irak e incluso de todo Oriente Medio también han cobrado un gran impulso. Aquellas fuerzas cuya política se basaba antes en una alianza o en intereses comunes con Estados Unidos y que habían prestado un apoyo existencial a esta política están debatiendo actualmente con intensidad su propia situación, especialmente numerosos actores regionales, en concreto el PDK (Partido Democrático del Kurdistán) del sur e Irak. Otro efecto puede verse en la actitud de Irán, que está utilizando estos acontecimientos para aumentar o consolidar su hegemonía regional e incluso utilizarlos como amenaza contra todas las fuerzas que considera un peligro. A corto plazo, la situación en Afganistán servirá a Irán como amenaza y argumento central para sus políticas en la propia región y especialmente en Asia Central y Extremo Oriente.

Los conflictos bélicos se intensificarán en Oriente Medio

El hecho de que Estados Unidos y sus aliados se estén reposicionando y posicionando frente a Irán, Rusia y, especialmente, China, no conducirá a una Guerra Fría como la existente entre la OTAN y el Pacto de Varsovia, ni a una guerra “caliente” convencional. Es previsible que la Tercera Guerra Mundial se intensifique y continúe en forma de guerras locales y con la ayuda de intervenciones económicas, diplomáticas y militares, utilizando fuerzas con motivaciones religiosas, étnicas o similares. Por lo tanto, hay que suponer que la evolución de Afganistán se repetirá también en Siria e Irak, adaptada a las condiciones específicas sobre el terreno. Aunque pueda parecer que la retirada de las fuerzas estadounidenses de Girê Spî y Serêkaniyê, en Rojava, y su retirada de Afganistán, acordada con los talibanes, se sucedieron inmediatamente, en realidad son dos acontecimientos muy diferentes. Retirarse de Irak de la misma manera no encajaría en la estrategia política de Estados Unidos. Más bien puede seguir la política ya probada de retirar una parte de sus unidades de combate que dependen de fuerzas compuestas por colaboradores locales. Sin embargo, una retirada completa del país sigue siendo poco probable a corto plazo. A pesar de esta observación, nos llevaría a evaluaciones políticas y militares erróneas, si asumiéramos que Estados Unidos no podría retirarse nunca o, por el contrario, se retiraría inmediatamente. Especialmente en el contexto de la actual coyuntura política, es importante considerar siempre todas las contingencias. Así que podemos afirmar claramente que Estados Unidos u otras fuerzas no abandonarán simplemente Oriente Medio. Por el contrario, la lucha en la región seguirá intensificándose y las zonas de guerra se ampliarán. Está claro que el eje Estados Unidos-Reino Unido-Alemania-Israel, en particular, está tratando de ampliar su influencia en la región apoyando una alianza formada por Turquía, el PDK y ciertos grupos proxy islamistas.

Mediante su compromiso con los talibanes, los poderes de la modernidad capitalista han llegado a un acuerdo con las fuerzas reaccionarias-tradicionales. Al mismo tiempo, califican de “terroristas” las luchas por la libertad basadas en la tradición social de resistencia comunitaria de la modernidad democrática. Esto revela la verdadera cara de las fuerzas imperialistas-hegemónicas. No tienen el menor interés en difundir valores como la libertad, la democracia y los derechos humanos en Oriente Medio. Sus declaraciones periódicas a este respecto no son más que propaganda y suponen la ocultación de la verdad. Los ataques de Turquía y de otros estados colonialistas de la región, que se dirigen contra los kurdos y tienen como objetivo la aniquilación y el genocidio, son el resultado de la actitud mencionada. Los ataques se ven reforzados por esta actitud y, en última instancia, son alimentados y dirigidos directamente por sus representantes. A la política antikurda y antiliberal llevada a cabo con la ayuda de Turquía se ha sumado recientemente el primer ministro iraquí Al-Kazimi. Así, estas fuerzas quieren crear hechos especialmente en las Zonas de Defensa de Medya, pero también en Sinjar (Shengal), Mexmûr (Makhmour) y Rojava. En otras palabras, la conspiración internacional contra el Movimiento por la Libertad y Abdullah Öcalan se intensifica una vez más.

Las sociedades de Oriente Medio son las que más se rebelan contra el dominio y el poder por su propia realidad. Definitivamente no será fácil imponer el corsé del Estado-nación a esta realidad social multiidentitaria, colorida, multilingüe y multicultural. Por esta misma razón, Abdullah Öcalan describió la ejecución de Saddam Hussein hace años como el fin del Estado-nación. La estrategia de la modernidad capitalista de crear constantemente nuevas contradicciones artificiales para proteger sus propios intereses ha agravado aún más la situación desesperada de Oriente Medio. Además, la cuestión palestina sigue sin resolverse, lo que está relacionado con las actitudes y conceptos mencionados. Son las fuerzas mencionadas las que han alimentado el conflicto israelí-palestino. Con la ayuda de esta crisis, que ellos mismos crearon, pudieron controlar todo Oriente Medio durante mucho tiempo. Cuando la lucha por la libertad en el Kurdistán se añadió a este problema, que se había convertido en una contradicción fundamental que seguía sin resolverse, la crisis se profundizó masivamente y la situación en la región se volvió aún más caótica. Porque mientras los Estados-nación y las instituciones del siglo XX estaban completamente centrados en el conflicto palestino-israelí y los Estados regionales se posicionaban en consecuencia, el surgimiento de Abdullah Öcalan y del PKK les obligó a todos a corregir de manera integral los planes que habían hecho anteriormente. Tras su aparición, la lucha por la libertad del PKK consiguió desempeñar un papel destacado en la ruptura de la camisa de fuerza del Estado-nación, que era completamente ajena a Oriente Medio. Al hacerlo, también ha dejado claro que la cuestión palestina ha sido instrumentalizada por la Modernidad Capitalista y los Estados-nación regionales, y que la verdadera lucha de los palestinos ha sido distorsionada. Hoy en día, no es la resistencia palestina la que resulta decisiva para las estrategias políticas en la región, sino la lucha por la libertad en el Kurdistán. Las fuerzas hegemónicas mundiales son muy conscientes de ello. Es evidente que han formado una alianza con los estados-nación contra la lucha por la libertad en el Kurdistán. Estos dos actores consideran las ideas de Abdullah Öcalan como un peligro fundamental para ellos mismos. Por esta razón, planearon y llevaron a cabo la conspiración internacional. La evolución del conflicto israelí-palestino y la actitud hacia Abdullah Öcalan han demostrado desde entonces este hecho una y otra vez.

La reestructuración de la región

Desde hace algún tiempo, se está intentando avanzar en la reestructuración de Oriente Medio, según objetivos e intereses recién definidos, y organizar la estrategia política en la región con la ayuda del Estado iraquí. En particular, se está utilizando al primer ministro iraquí Al-Kazimi con este fin. Desde la ocupación en 2003, Irak no ha ganado estabilidad ni ha sido capaz de adaptarse al marco del Estado-nación. Por ello, actualmente se está analizando y reevaluando exhaustivamente la situación del país en general. Los debates sobre una posible retirada de Estados Unidos de Irak se están aprovechando para restaurar el Estado y el sistema con la ayuda de Al-Kazimi. En consecuencia, se está intentando celebrar rápidamente elecciones en Irak y crear después un nuevo marco político. También se alzan voces que quieren poner en discusión desde la constitución de Irak hasta su sistema estatal. Para presentar a Al-Kazimi como el que tiene fuerza suficiente para todas estas empresas, se apoyó la organización de una conferencia de jefes de Estado internacionales en Bagdad. Ciertamente, no debemos pensar en esta conferencia exclusivamente como una reunión diplomática. Incluso si los esfuerzos diplomáticos que tuvieron lugar a puerta cerrada en este marco no se hicieron totalmente públicos, podemos examinar con detenimiento algunos de los debates y resultados que se hicieron públicos. Está claro que esta reunión internacional anunció una nueva fase en la reorganización de la región. Además de los aspectos diplomáticos, los temas de seguridad, inteligencia, economía y política estaban obviamente en la agenda. Otros temas fueron la conspiración internacional contra nuestro movimiento y el genocidio en curso contra los kurdos. El hecho de que Irak no haya mostrado todavía una postura clara contra los ataques de ocupación de Turquía en Sinjar, Mexmûr, las Zonas de Defensa de Medya y la región de Asos-Pêncewîn muestra el alcance de su colaboración. Al-Kazimi lleva tiempo aplicando una política de compromiso entre la estrategia de Turquía y la del Estado iraquí, sobre la base de una política común contra el PKK. De este modo, Al-Kazimi quiere tanto ganar el apoyo de Turquía como, con el apoyo del PDK, asegurar su propio mantenimiento en el poder.

Irak se ha convertido de nuevo en un escenario de combate

Los ataques de aniquilación y la conspiración contra nuestro movimiento se organizan actualmente a través de dos centros. Uno de ellos es Hewlêr (Erbil). Mientras que aquí se va a dar una forma específica a la política en el Kurdistán, se está intentando, a través de Bagdad, debilitar la influencia de nuestro movimiento no sólo en el propio Kurdistán, sino en todo Oriente Medio, para acabar destruyéndolo. Es bien sabido que Turquía está haciendo grandes esfuerzos con este propósito y está permanentemente activa en Bagdad, Mûsil (Mosul) y otras zonas con este fin. Como centro de remodelación de la política en el Kurdistán, Hewlêr se encuentra ahora en una posición muy peligrosa. Mientras tanto, el PDK desempeña un papel totalmente inaceptable en el marco de los ataques de la ocupación turca y aumenta cada vez más su colaboración y traición. Como es bien conocida la hostilidad del PDK hacia nuestro Movimiento por la Libertad, Hewlêr ha sido elegido como centro de los ataques actuales. También se está llevando a cabo una política de “divide y vencerás” contra los bloques chiíta, suní, kurdo y otros en Irak y sus vecinos, de acuerdo con los planes de reconfiguración de la región y según los intereses existentes. En la fase política actual, se está ejerciendo una presión masiva sobre los distintos actores para lograr estos objetivos. Dos bloques reclaman el poder de decisión sobre la región, priorizando permanentemente sus propios intereses y ejerciendo una presión masiva. Las potencias occidentales, encabezadas por Estados Unidos, forman uno de estos bloques. Los ataques de Turquía, miembro de la OTAN, forman parte de sus actividades, ya que esta política expansionista y colonialista forma parte de la estrategia general de la OTAN en la región. Los ataques de ocupación de Turquía son utilizados por la OTAN como una especie de bastón de mando. Esto es especialmente cierto para los Estados Unidos, que se ha dado cuenta de que no puede poner a nuestro movimiento de rodillas ideológica y físicamente. Paralelamente a estos ataques, se propaga que nuestro movimiento entre las demás fuerzas pertenecientes al bloque organizado por Irán, lo que va acompañado de una política correspondiente. Desde el punto de vista de los Estados Unidos, un PKK que se une al bloque iraní es mucho más preferible que el PKK que dirige la Política de la Tercera Vía.

El conflicto entre Turquía e Irán por la hegemonía regional se expande geográficamente y gana en ferocidad. Los éxitos de la guerrilla en la lucha contra los ataques genocidas y los resultados resultantes tienen un impacto directo en toda la región. Son la razón por la que todos los actores deben ajustar sus planes y posicionarse en consecuencia hacia nuestro movimiento. Como resultado, la relación, las contradicciones, los conflictos y la cooperación entre Turquía e Irán están entrando en un desorden cada vez mayor, lo que a su vez tiene consecuencias directas para los kurdos. Tras el fin de la misión en Afganistán, las disputas entre Irán y Turquía por la hegemonía regional han llevado a todos los actores a actuar de forma mucho más rápida y enérgica. Turquía ha aprovechado esta circunstancia para obtener resultados tan importantes como los de 2001. En consecuencia, está tratando de utilizar el “éxito” del Islam suní en Afganistán para aumentar su influencia en la región y, en última instancia, aplastar nuestro movimiento rodeándolo cada vez más. Al mismo tiempo, se esfuerza por penetrar aún más en Irak y Siria y ampliar así su esfera de influencia. Irán también está aprovechando la situación actual para ampliar su esfera de influencia en Irak, Siria y Líbano frente a Estados Unidos, Israel y Turquía, y conseguir los resultados correspondientes. De este modo, Irak se ha convertido de nuevo en un campo de batalla en el que se dirimen conflictos estratégicos.

En el marco de estas luchas por la hegemonía y el poder, los distintos bloques intentan instrumentalizar el poder de nuestro movimiento para sus propios intereses. A pesar de todas las obstrucciones, conspiraciones y ataques, nosotros, como movimiento, somos un factor regional decisivo. Todas las fuerzas que quieren perseguir sus objetivos en Oriente Medio son muy conscientes del potencial de nuestra lucha e inevitablemente nos prestan atención. También podemos interpretar esto como una intención de debilitar nuestro movimiento primero, para luego obligarlo a seguir las políticas del bloque respectivo, y así utilizarlo dentro de la remodelación de la región. Si no lo consiguen, se sentirán obligados a cambiar su estrategia hacia nuestro movimiento. Como sabemos, Estados Unidos desempeñó un papel decisivo en la conspiración internacional contra Abdullah Öcalan. Estados Unidos también apoya activamente el actual plan para aplastar o, en su defecto, debilitar y someter a nuestro movimiento. Quiere eliminar nuestro movimiento con la ayuda de la línea del PDK, obligarlo a rendirse y eliminar así un obstáculo para sus propios planes. Por eso, los Estados Unidos han instigado especialmente la colaboración entre Turquía, Irak y el PDK, que juntos están dirigiendo los ataques genocidas contra nuestro movimiento. En Rojava, están tratando de imponer con la zanahoria y el palo que en lugar de los logros obtenidos allí, se acepte la política regional de Estados Unidos y se sustituya nuestro paradigma de libertad por la mentalidad estadounidense. En este sentido, la lucha actual es en última instancia una lucha ideológica. Los Estados Unidos quieren obligar a nuestro movimiento a abandonar su propio paradigma, a impulsar un nacionalismo kurdo como el PDK, a dejar de luchar contra Turquía y las demás fuerzas coloniales, a no ocuparse en lo más mínimo de los problemas sociales existentes y a no ofrecer ninguna resistencia. Esto no significaría otra cosa que la capitulación.

Continuación de la conspiración internacional

Las fuerzas mencionadas respondieron a la ofensiva de Abdullah Öcalan tras la conspiración internacional contra él con el concepto de “lucha contra el terrorismo”. Su intención era impedir una solución de la cuestión kurda y, en cambio, mantenerla como una carta de triunfo que pudiera ser utilizada a voluntad. Por lo tanto, necesariamente se desarrolló este concepto y se aplicó a la lucha por la libertad en el Kurdistán. Turquía también se benefició. Se aseguró el apoyo internacional y obtuvo enormes beneficios. Se centró en su estrategia para intensificar aún más el genocidio contra los kurdos. La decisión de la UE de enfrentarse a nuestro movimiento bajo la etiqueta de “terror” fue parte de esta política. Los ataques actuales para destruir nuestro movimiento o hacer que se rinda son una continuación directa de la conspiración internacional. Pretenden alcanzar el objetivo mediante el aislamiento intensificado y permanente de Abdullah Öcalan, los ataques a la política y la sociedad democrática en el Kurdistán del Norte y la ocupación de Rojava y el Kurdistán del Sur. Obviamente, todas estas medidas corresponden a los intereses de las potencias imperialistas occidentales, en primer lugar de los Estados Unidos, y son activamente alimentadas, apoyadas y en parte ejecutadas directamente por ellos. A pesar de este concepto y de los amplios ataques, nuestra lucha ha llevado al fascismo del AKP-MHP al borde del colapso actual.

La modernidad democrática como modelo de solución

Todos los acontecimientos actuales dejan claro que la medicina “Estado-nación” ha perdido su efecto en la sociedad. Seguir confiando en la mentalidad del Estado-nación no sólo conduce a las guerras, sino a una enorme destrucción. El feminicidio, la devastación ecológica y el abandono social son signos claros de la bancarrota de la modernidad capitalista y adquieren proporciones más peligrosas cada día que pasa. Estos y otros muchos acontecimientos han dejado claro en todo el mundo que el sistema actual no puede continuar. Por supuesto, su fin no se alcanzará sin lucha. Pues la Modernidad Capitalista sigue intentando prolongar su existencia con la explotación de la sociedad y la naturaleza. A pesar de todas sus maniobras y estrategias tácticas, no ha conseguido obligar a la sociedad a rendirse. Este hecho está relacionado con la naturaleza, la historia y la genética de la sociedad. Al mismo tiempo, abre una posibilidad completamente diferente: las identidades y culturas de las que surge la sociedad son incompatibles con el Estado-nación. Por su carácter democrático-comunitario, la sociedad se encuentra en una posición contraria a la Modernidad Capitalista. Esta situación sólo puede resolverse fundamentalmente con la ayuda de la mentalidad de la Nación Democrática. Esta es también la razón por la que nuestra lucha y las zonas donde se ha convertido en un proceso de construcción social-revolucionaria son seguidas y apoyadas tan intensamente por los pueblos del mundo. La solidaridad representa definitivamente una parte importante de la fase actual de nuestra lucha común. Pero fundamentalmente se trata de la construcción común de una vida democrática y comunitaria. La mentalidad de la modernidad democrática tiene el potencial y el poder necesarios para resolver tanto los problemas de Oriente Medio como los conflictos causados por el capitalismo en todo el mundo, y esto es precisamente para lo que ya se está utilizando hoy.

FUENTE: Şükrü Demhat / Kurdistan Report / Traducción: Rojava Azadi Madrid / Edición: Kurdistán América Latina

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