El archivo otomano, el petróleo de Kurdistán y las fronteras actuales

“El petróleo de Kurdistán en la época otomana” desvela las historias no contadas sobre el nacimiento de las industrias petroleras y su papel en el trazado de las actuales fronteras políticas de Oriente Próximo.

El fenómeno de disfunción político-económica conocido como la “maldición del petróleo” empezó a surgir en las décadas de 1950 y 1960 para describir los retos a los que se enfrentaban los gobiernos de los países productores de petróleo. Sin embargo, los kurdos sufrieron la “maldición del petróleo” mucho antes. Después de que los Estados occidentales descubrieran que bajo las tierras kurdas abundaban los recursos naturales, se inició una despiadada carrera entre algunas de las grandes potencias para ganar el acceso a estos océanos subterráneos de riqueza.

El libro titulado “El petróleo de Kurdistán en la época otomana” (Kurdistan’s oil in the Ottoman Era) es un esfuerzo por escarbar en los montones de archivos que revelan las historias no contadas sobre el nacimiento de las industrias petrolíferas y su papel en el trazado de las actuales fronteras políticas de Oriente Próximo. Presenta un número considerable de mapas, fotografías y documentos manuscritos únicos sobre el petróleo y otros recursos minerales en las zonas kurdas dentro de las fronteras del Imperio otomano antes de su disolución en 1923.

El libro es el resultado de más de dos años de investigación exhaustiva por parte de Botan Tahseen y Sedat Eroglu, que estudiaron montañas de documentos procedentes tanto del Archivo Otomano como del Archivo Gertrude Bell. El libro se publicó en 2022 en dos dialectos kurdos -sorani y kurmanji-, inglés y árabe.

En 1905, el entonces embajador británico en Estambul, Nicholas O’Conor, escribió un breve telegrama para informar a los responsables políticos en Londres de que era posible extraer y transportar petróleo de los vilayets (provincias) de Bagdad y Mosul por mar. El mensaje marcó un punto de inflexión en la competencia entre Gran Bretaña y Alemania, pues esta última ya estaba trabajando para transportar petróleo por ferrocarril. Enviado nueve años antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, revelaba la codicia de las grandes potencias, entre ellas Gran Bretaña, Alemania y Francia por el petróleo de Kurdistán.

En aquella época, el Imperio Otomano se hundía bajo el peso de grandes préstamos internacionales, y una parte importante de sus fértiles tierras estaba bajo la custodia del Duyun-u Umumiye, institución que supervisaba el pago de los préstamos internacionales concedidos al Imperio Otomano. Estos desafíos financieros abrieron el escenario a una feroz competencia en la que diplomáticos, grandes compañías petroleras y espías encubiertos fueron los principales protagonistas.

Uno de los actores clave sobre el terreno era un ingeniero alemán identificado en los documentos como Grosskopf. A principios de 1900, la Lista Civil de la administración otomana contrató a Grosskopf para que estudiara las reservas de petróleo y preparara un mapa de los yacimientos en las vastas zonas de Kurdistán. En octubre de 1901, Grosskopf presentó su primer informe a la oficina de Abdulhamid II, que constaba de sólo tres páginas.

Menos de cinco meses después, el 5 de marzo de 1902, Grosskopf pidió permiso para abandonar sus funciones, alegando problemas familiares que le obligaban a regresar a Alemania. En realidad, la verdadera razón de su repentino viaje era entregar el gran alijo de mapas y documentos que había preparado sobre las reservas de petróleo del Imperio Otomano.

Compartió los detalles más minuciosos de su investigación con la empresa que entonces planeaba construir el ferrocarril Berlín-Bagdad. Fue un aviso perfecto para la compañía, que poco después de estudiar los documentos pidió a Abdulhamid II permiso para explorar petróleo durante un año.

Esto, junto con otros acontecimientos de principios del siglo XX, determinó profundamente las estrategias a largo plazo, que Gran Bretaña, Alemania y Francia aplicaron posteriormente en Oriente Próximo. En otras palabras, las tierras ricas en petróleo de Kurdistán y el interés de las potencias occidentales por estos ingentes recursos fueron uno de los factores clave que impulsaron las decisiones de las distintas capitales europeas.

Para probar este punto, los coautores del libro subrayan otro actor clave, que es más bien un nombre familiar para los kurdos: Mark Sykes, más conocido como el arquitecto del Acuerdo Sykes-Picot que delimitó la región de Oriente Medio entre Francia y Gran Bretaña. Antes de convertirse en Secretario de Asuntos Exteriores británico, Sykes utilizó varias identidades para viajar durante 15 años entre Mosul, Kirkuk, Sulaymaniyah y Alepo. Estas tierras se convirtieron más tarde en el centro de las largas negociaciones entre Gran Bretaña y Turquía que desembocaron en el Tratado de Lausana.

Los documentos presentados en el libro demuestran que ciertos territorios, que actualmente se disputan el Gobierno Regional de Kurdistán y el Gobierno Federal de Irak, son efectivamente las tierras ancestrales de los kurdos. Esas zonas se encuentran principalmente en las actuales provincias de Nínive, Kirkuk, Salahaddin y Diyala, que en aquel entonces se encontraban dentro de las fronteras administrativas de los vilayets de Mosul y Bagdad.

El petróleo de Kurdistán en la época otomana es también una valiosa fuente de estadísticas. La población de cada ciudad kurda, su diversidad religiosa y étnica, el número de hogares, mezquitas, iglesias, sinagogas, baños públicos, tiendas, comisarías de policía y cuarteles generales del ejército se contabilizan a partir de documentos oficiales de archivo.

Por último, el libro detalla el proceso de creación de archivos en la época otomana. Desde los inicios del imperio, los documentos y la correspondencia del archivo otomano fueron muy importantes; en ellos se conservan todos los detalles de la expansión territorial otomana. Se sabe que los otomanos registraban inmediatamente cada nueva tierra que controlaban y conservaban los documentos para atestiguar la propiedad del Estado.

El archivo también incluye decretos imperiales, resoluciones administrativas, sentencias judiciales, correspondencia oficial, tratados con otros Estados, relaciones y obligaciones del Estado y los ciudadanos entre sí, y mucho más. Hay casi 150 millones de documentos oficiales del “Tesoro de Papel” del Imperio Otomano, y este libro ha sido el primer paso para sacar a la luz algunos de ellos para historiadores, responsables políticos y cualquier persona interesada en documentos auténticos que en su día determinaron el destino de millones de personas.

FUENTE: Sardar Sattar  / Kurdistan Chronicle / Traducido por Rojava Azadi Madrid

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